Pareja del hijo preadolescente en un entorno vacacional.

“En vacaciones, es buena idea incluir a la pareja de tu hijo preadolescente en algún plan familiar”

Àlex Martin

Las primeras mariposas en el estómago. Las primeras miradas cómplices. El primer beso. La adolescencia es una época de cambios, también en los vínculos personales y, a veces, nos regala incluso el primer amor. A los 11, 12 o 13 años, algunos preadolescentes inician sus primeras relaciones de pareja, despertando en muchas familias una mezcla de sorpresa, curiosidad y, en algunos casos, desconcierto o preocupación. ¿Qué significa que un niño de sexto de primaria o de primero de la ESO tenga pareja? ¿Se trata de un juego, una moda prematura influenciada por el entorno, o simplemente un paso más en el desarrollo emocional?

“Es una etapa completamente natural del crecimiento afectivo”, explica la psicóloga María Torrent, especialista en infancia y adolescencia. “La preadolescencia es una fase de transición en la que empieza a aparecer el deseo de pertenecer y de ser reconocido, pero también de descubrir la propia identidad y experimentar emociones más intensas que durante la infancia”, apunta Torrent. “Tener una pareja a estas edades no significa lo que los adultos entendemos como una relación, pero para nuestros hijos puede ser algo muy relevante”, añade.

Pienso que tener pareja a estas edades es una pérdida de tiempo y sólo trae problemas (…) Intentaría quitárselo de la cabeza

CarolMadre de dos niños de 12 y 14 años

“Llevamos casi siete meses juntos”, sonríe tímidamente Gisela, de 13 años, al hablar de su noviazgo con Jordi, con quien comparte edad e instituto. Ambos se ven todos los días en clase y, cuando no están juntos, hablan “todo el rato por Whatsapp”. “Solemos quedar en el parque los fines de semana, y también alguna tarde ahora que estamos de vacaciones, si nuestros padres nos dejan”, explica. “A veces también salimos a pasear al perro”, añade. “Cuando estamos juntos hablamos de nuestras cosas, subimos algún vídeo a TikTok o nos hacemos fotos. Es genial tener a alguien que te apoya y con quien te sientes tan a gusto: somos más que amigos”, afirma.

Sus padres están al tanto. “Lo supimos desde el primer momento”, asegura Dori, madre de Gisela, que trabaja como administrativa. “Siempre hemos procurado ser muy abiertos y hablar de cualquier tema en casa, sin tapujos ni tabúes, pero con respeto y confianza”, confirma Eloy, su padre, empleado de una empresa de seguridad. “Nos contó que había un chico de clase que le gustaba, y asistimos, casi en directo, a los primeros coqueteos, hasta que un día nos dijo que se habían hecho novios”, sonríe. Para ellos, se trata de algo normal, “una vivencia más” de esta etapa madurativa, en la que deben acompañar de cerca a su hija. Aunque ambos reconocen que “llega algo pronto”, por ahora lo viven todos en casa “con mucha naturalidad y sin que suponga un problema”.

Otras familias, sin embargo, luchan por alargar la infancia de sus pequeños todo lo posible y prefieren mantener cierta distancia o incluso evitar el tema. “Me horroriza pensar que alguno de mis hijos pueda tener novia”, asegura Carol, jefa de un comercio y madre de dos niños de 12 y 14 años. “Son demasiado jóvenes para entrar en relaciones amorosas. Pienso que tener pareja a estas edades es una pérdida de tiempo y sólo trae problemas”, añade. “Intentaría quitárselo de la cabeza, pero si llega a ocurrir, creo que me costaría bastante digerirlo”, admite resignada.

“No se le pueden poner puertas al campo”, advierte Torrent. Para la psicóloga, hay que mirar a estas relaciones románticas desde la perspectiva del adolescente y no del adulto. “Se trata de un vínculo de descubrimiento y exploración, que nada tiene que ver con una relación de pareja adulta”, apunta, “en el que puede producirse un aprendizaje emocional muy valioso”. Según la experta, un error común es sobredimensionar la relación como si fuera algo demasiado serio, o bien restarle valor como una chiquillada sin más trascendencia. “Lo ideal es acompañar, escuchar y no ridiculizar”, señala la experta. “Porque se trata de una buena oportunidad de sembrar la base para relaciones sanas en el futuro”, asegura.

Lo ideal es acompañar, escuchar y no ridiculizar (…) Se trata de una buena oportunidad de sembrar la base para relaciones sanas en el futuro

María Torrent Psicóloga especialista en infancia y adolescencia 

“Nuestro hijo tuvo su primera novia en sexto de primaria”, explica María, que trabaja como dependienta, y cuyo pequeño, Àlex, de 12 años, estudia ahora primero de la ESO. “Nos lo tomamos como un juego de críos e incluso nos hizo algo de gracia”, señala. Aunque Pedro, padre del muchacho, le espetó al enterarse: “tú lo que tienes que hacer es dejarte de tonterías y ponerte a estudiar”, recuerda este transportista. Desde ese momento, sin embargo, comprendieron que era importante hablar de respeto, límites y cuidado mutuo dentro de la relación. “Tal vez antes nos contaba más las cosas, ahora se ha vuelto un poco más reservado y, si le gusta o está con alguna chica, nos enteramos porque nos lo chivan sus amigos”, admite María. “Pero en aquel momento nos vino bien restarle un poco de importancia, porque a él le permitió relajarse y a nosotros nos sirvió para tratar el tema con naturalidad”.

“En vacaciones, por ejemplo, es una buena idea incluir a la pareja de nuestros hijos preadolescentes en algún plan familiar, del mismo modo que incluiríamos también a alguno de sus amigos”, apunta Torrent, “siempre que ellos lo acepten y estén de acuerdo”. Según la experta, lo ideal es normalizar la situación y tratarla con la mayor naturalidad posible. “Nos gustaría que la pareja de nuestra hija pudiera venir algún día a casa, al cine o la playa con nosotros”, asegura Laia, administrativa y madre de Aina, de 13 años, que todavía no tiene pareja. “Creemos que, de este modo, podríamos conocernos todos mejor y, quizás, ellos dos se sentirían más cómodos al no tener que esconderse de nada”, coincide Gabriel, su padre, quien trabaja como informático.

Según Torrent, este acompañamiento activo resulta fundamental. “No se trata de controlar ni invadir la intimidad de los hijos, sino de estar presentes”, subraya. “El diálogo constante y el respeto son la clave para generar cercanía y evitar que los hijos sientan que deben ocultar lo que viven”. Sin embargo, esto no significa renunciar a poner límites. “Los adultos debemos valorar los riesgos reales que puede implicar una relación a estas edades y, desde ahí, establecer normas claras, especialmente en lo que se refiere a la privacidad, a lo que se comparte en las redes, o incluso a cómo se producen los encuentros a solas”, puntualiza. Esos límites, advierte, no deben basarse en el miedo o una prohibición tajante, sino en el diálogo abierto. “Estamos ante la oportunidad de romper con el silencio y el trauma colectivo generacional relacionados con la afectividad y la sexualidad en nuestra sociedad”, afirma. “Si hablamos con naturalidad, con respeto y sin tabúes, les estaremos ofreciendo un contexto más sano desde el que relacionarse y, a su vez, facilitándoles mucho las cosas en el futuro”.

Sin embargo, tanto familias como expertos coinciden en que las redes sociales están transformando ese contexto en el que los preadolescentes viven sus relaciones, y que nada tiene que ver en cómo lo hacían las generaciones pasadas. “Los niños de hoy en día tienen mucha más información de la que teníamos nosotros. Antes todo iba mucho más despacio”, recuerda Laia. “Las redes sociales están cambiando la imagen que los jóvenes tienen del amor”, alerta Torrent. Para la especialista, muchos niños y adolescentes imitan los modelos de relación que ven en las plataformas digitales, aunque no comprendan del todo su significado. “Se ha producido una especie de ‘adultización’ emocional, en la que se replican dinámicas propias del mundo adulto, pero sin que existan las herramientas necesarias para gestionarlas, porque la etapa madurativa todavía no lo permite”, señala.

En ese entorno, las relaciones se idealizan y, al mismo tiempo, se individualizan hasta el extremo: “hoy en día todo gira en torno a la validación de los likes y al yo por encima del otro, y eso puede dificultar el desarrollo de vínculos afectivos reales”, apunta Torrent. Algo que, a su vez, puede también generar “grandes dosis de frustración” entre los más jóvenes, que no consiguen tener una relación como la que ven en las redes.

“En mi clase somos de las primeras parejas de novios”, admite Gisela. “Por el momento, salvo alguna pequeña riña, estamos bien… mis padres siempre me dan buenos consejos. Y, en el futuro… no sé… espero que dentro de un tiempo sigamos todavía juntos”. Bendito primer amor. Benditas mariposas. Ojalá duraran para siempre.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/

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