Hijo adolescente

El consejo de la jefa de psiquiatría del Niño Jesús: «Nunca dejes de hablarte con tu hijo adolescente»

Esta doctora acaba de presentar su libro ‘El desafío de la adolescencia’ (Espasa)

CARLOTA FOMINAYA

Pese a llevar más de treinta años tratando dificultades y problemas de salud mental en niños y adolescentes y asesorando a sus familias, la psiquiatra Montserrat Graell no deja de sorprenderse con los adolescentes. «Me encantan, tienen en sus manos el futuro», exclama, y a lo largo de la entrevista no lo puede disimular.

La doctora es una firme defensora de esta etapa vital, pese a la mala fama que tiene. «A veces hay comportamientos disonantes, inadecuados, pero para eso estamos los adultos, para ir acompañando y modulando ese cerebro adolescente que, globalmente, está haciendo algo muy importante: remodelarse para alcanzar las cualidades adultas. Por cierto, el desarrollo del lóbulo frontal pleno, es decir, con funcionamiento de adulto no sucede hasta los 26-29 años… No a los 18 como dice la ley», apunta.

Graell ve en esta etapa una ‘ventana de oportunidad’ para el desarrollo físico, cognitivo y social, que los padres debemos saber aprovechar. «Para ello es esencial leer y aprender al respecto, mucho antes de que llegue esta etapa», recomienda la autora de ‘El desafío de la adolescencia’ (Espasa), un libro que va camino de convertirse en el manual de consulta de psicólogos, psiquiatras, familias, educadores…

Desde esta gran trayectoria que tiene, ¿qué análisis hace de la situación mental infantojuvenil actual? ¿Hay algo que le esté chocando más en consulta últimamente? 

Ha habido cambios progresivos en el bienestar mental de los adolescentes en la última década. No han emergido de repente. Se observaba un incremento del malestar emocional y social, nos dicen que se sienten muy exigidos por un futuro que muchos consideran incierto, exigidos en alcanzar una imagen corporal ideal, dicen que con frecuencia se sienten muy solos. Todo eso a pesar de que hemos alcanzado el mejor nivel de cuidados y educación de la historia.

Se han incrementado los trastornos socioemocionales durante la adolescencia, lo cual coincide, si repasamos la historia, con la aparición de la digitalización masiva de la sociedad. Además, la pandemia por COVID 19 por el aislamiento social producido por las medidas de contención de la infección, la situación de incertidumbre, los cambios en la educación y el uso masivo de medios digitales, ha producido un nuevo incremento del malestar y de los problemas de salud mental en la adolescencia.

Sobre todo, se han incrementado los trastornos de ansiedad, depresión y abuso cada vez más precoz de alcohol y drogas, trastornos de alimentación cada vez más complejos que se acompañan de problemas de regulación emocional y control conductual.

También han aparecido con fuerza las autolesiones como forma de expresión del malestar y muchas veces relacionadas con trastornos mentales y riesgo de suicidio. Actualmente el suicidio (la gran mayoría asociado a trastornos mentales) es la causa de muerte más frecuente entre los 15 y 25 años.

¿Cuál puede ser la hipótesis? ¿Qué es lo que observamos? 

Las causas de incremento en el malestar y los trastornos mentales de los adolescentes son complejas. Destaca una mayor sensibilidad de médicos, enfermeras, colegios, padres a detectar las dificultades mentales, lo cual aumenta la posibilidad de ser diagnosticado y tratado.

Además, algunos fenómenos sociales y culturales, como los cambios de la organización social y familiar (menos presencia en casa de los padres por motivos laborales) y el uso de medios digitales sin educación específica ni supervisión, pueden influir negativamente en el bienestar mental del adolescente.

Es necesario distinguir entre el malestar o sufrimiento de la vida diaria, que es normal en la vida, donde hay momentos buenos, malos y regulares, y los trastornos mentales. Debemos evitar psiquiatrizar o psicologizar el sufrimiento, la frustración o la incomodidad porque eso es parte natural de la vida.

Creo que debemos enseñar a nuestros hijos a convivir y afrontar el malestar físico y mental común de la vida. El sufrimiento y el dolor son parte de la vida y es necesario ayudarles a tolerar, regular y resistir esas emociones o condiciones.

La mala fama de esta etapa vital, ¿está injustificada? 

La mayoría van a ser adolescentes sin problemas. Es verdad que no es un periodo fácil, como es la edad escolar (7 y los 11 años), que suelen ser niños más tranquilos y obedientes y muy dependientes de las decisiones de sus padres.

Está claro que al ser la adolescencia una reorganización biológica -principalmente cerebral- se generan comportamientos que pueden llegar a ser problemáticos en algunos adolescentes con temperamentos más impulsivos, inestables o con más tendencia al riesgo.

Sin embargo, solo un 15 por ciento, aproximadamente, van a tener una adolescencia difícil o muy difícil. Por tanto, a la mayoría no los podemos considerar problemáticos, sobre todo si sabemos de adolescencia y conocemos que podemos esperar de ellos.

Muchos en consulta me preguntan: «¿Qué esperan mis padres de mí? No sé lo que esperan». Viven en un momento inestable social, emocional y cognitivamente. Están construyendo su identidad, aprendiendo a socializar, a pensar con profundidad y a tomar decisiones.

Para inventar su identidad (la nueva y diferente persona que se está construyendo) necesitan salir de casa, apartarse un poco de la familia, descubrir nuevos referentes adultos y también de su edad y precisan después regresar nuevamente a casa donde esperan encontrar la protección de sus padres.

En esta etapa no tienen una percepción del riesgo igual que los adultos, ni que los niños más pequeños (que a veces la tienen mejor), tienden a arriesgarse más para conocer más mundo que su familia. Todo ello genera comportamientos inesperados, incomprensibles o incluso peligrosos. También, hay que tener en cuenta que aún no piensan como un adulto: no tienen la profundidad y complejidad de pensamiento que se precisa para resolver un problema difícil o tomar algunas decisiones.

Esta situación, que con la mirada del adulto puede resultar deficitaria, tiene aspectos muy positivos: esa pasión, esa energía, esa creatividad… A mí me encantan porque se les ocurren cosas nuevas de verdad, es la emergencia del pensamiento…

No lo debemos vivir como un problema. A veces lo vivimos mal cuando no estamos muy preparados, y no conocemos lo que es la adolescencia. Para padres, educadores… Es importante saber lo que puede ocurrir, porque al conocer podemos comprenderlo mejor y vivirlo de forma menos problemática y más efectiva para ellos porque les podremos ayudar mucho mejor.

¿Cuánto dura este periodo vital?

Es una etapa de transición entre la infancia y la adolescencia por la que pasamos todos. Tiene entidad propia y una tareas y funciones muy determinadas relacionadas con la maduración cerebral, la cual siempre se produce en interacción continua con el ambiente en el que vive el adolescente. Actualmente tiene la mayor duración de la historia. En el mundo occidental se prolonga entre 10 y 15 años. Tiene un comienzo claro -biológico- que es el inicio de la pubertad alrededor de los 10 años en las niñas y un año más tarde en los niños y un final más confuso definido por la transición a la vida adulta, adoptando los roles culturales, sociales, profesionales y económicos de un adulto.

Viven una separación de los padres pero, recuerda usted, al final el adolescente necesita del acompañamiento del adulto, quizás de otra forma. 

Lo que sirve para educar durante la infancia no sirve en la adolescencia. En esta etapa los padres tienen que reflexionar acerca de sus estrategias educativas y cambiar algunas formas de cuidar, de implicarse con su hijo… En la adolescencia la familia tiene que estar interesada en la vida del chico/a, pero la implicación debe ser distinta, tiene que adaptarse a las necesidades de intimidad y privacidad a la vez que se mantiene la conexión emocional. Siempre habrá cosas que no va a contar.

Si no se respeta la intimidad, si no se le permites explorar fuera de casa, que es una de sus tareas, si no facilitas su autonomía, se va a sentir atrapado porque tú eres más potente como mente pensante.

La crianza es un equilibrio entre protección y cuidados, con el único objetivo de conseguir vivir de forma autónoma. En la adolescencia debemos facilitar autonomía, que explore el mundo, que aprenda fuera de la familia y tenga la confianza para volver a casa, sin que eso sea entendido como un abandono. Ellos tampoco nos están abandonando, están explorando el mundo, lo necesitan para construir su identidad. Recordemos que la identidad es aquello que es uno a diferencia del otro, y es esencial inventarse a uno mismo. El hijo no va a ser una imitación de los padres, tampoco va a ser como tú quieres, va a ser genuino, y para eso necesita explorar el mundo de forma cada vez más autónoma.

A nivel educativo entra en juego una habilidad muy importante que es la negociación. Hay que enseñar al adolescente en qué consiste la negociación y el respeto de los diferentes puntos de vista para llegar a un punto en que todas las partes estén más o menos de acuerdo, algo que para la vida es muy importante. Educativamente la negociación es una parte muy interesante de esta etapa.

Hay un consejo del libro destacable, que dice algo así como: «Nunca dejéis de hablaros con vuestros hijos, hayan hecho lo que hayan hecho»

A veces, detrás de los comportamientos alterados que vemos en consulta, existe una dificultad en el estilo de comunicación entre padres e hijos, una desconexión. Romper la comunicación, ¡eso jamás! Ellos necesitan a los padres, su perspectiva, saber que están ahí, que aún les importan y que son la base segura donde volver después de cada exploración del mundo. Algunos adultos piensan que un adolescente no necesita a los padres y es un gran error.

La comunicación tiene que estar siempre abierta, lo que significa estar conectado emocionalmente con tu hijo. Uno puede estar conectado intelectualmente, pero al final él lo que necesita es la ayuda de sus padres en la regulación y contención emocional, y eso solo se puede hacer si tienes abierto el canal de comunicación, pase lo que pase. Comunicarse es escuchar, sin prejuicios ni críticas, pudiendo dar cada uno su opinión de forma respetuosa.

Significa que los padres y educadores están implicados en la vida del adolescente, que pueden validar sus emociones y preferencias, que van a proporcionarle seguridad a la vez que le facilitan cada vez mayores grados de autonomía.

Además, a través de la comunicación aprenden a negociar y por tanto reconocer las opiniones distintas de las partes implicadas en una relación. También es la forma en la que podemos seguir educando al adolescente a través de las normas y límites.

¿Dónde suele estar el error?

Se puede estar hablando con alguien y no estar comunicándose, o porque está invalidando o porque no confía en lo que está diciendo. Hay que confiar, validar, respetar la intimidad, saber negociar… A esto me refiero, cuando hablo de comunicación abierta.

No es solo hablar del partido de fútbol. Me refiero a una comunicación donde haya conexión emocional, aunque resulte a veces muy difícil, porque en esas idas y venidas, pueden a veces desconectarse. Pero para eso están los padres: para que la conexión permanezca, ellos pueden ir y venir, pero un adulto debe estar ahí, presente, cuando ellos lo necesiten…

A veces los adultos apabullamos al menor con demasiadas explicaciones que vienen de nuestra perspectiva del mundo. Si te sueltan frases como ‘no tienes ni idea’ o ‘yo lo sé todo ya’, puede ser una forma de quitarse de encima al adulto, de decir: «dame tiempo», «déjame pensar…» A veces tendemos a dar demasiadas soluciones, y a lo mejor no te está pidiendo ayuda, sólo está aliviando su tensión, pidiendo: «dame un poco de tiempo y espacio». La sensación que tiene que tener es que los padres no se retiran y tienen la paciencia suficiente para estar ahí». Paciencia es lo que nos falta a veces con los adolescentes.

Otra circunstancia que señalas en el libro es que los padres de adolescentes tienen ahora cincuenta años o más, y también están en un momento vital difícil.

Exacto. Se ha retrasado la maternidad y ahora los hijos se tienen a los 30, incluso a los 40. Eso, echando cuentas, hace que la adolescencia coincida con una etapa de la vida de los padres (tanto para el hombre como para la mujer), donde se presentan una serie de vicisitudes o circunstancias, unas buenas otras malas… Una buena es que se llega con mucha experiencia y con una perspectiva más amplia, dada por un recorrido de vida.

Pero también es la época en las que aparecen dificultades en el matrimonio, enfermedades cardiovasculares, oncológicas, crisis en el trabajo, incluso situaciones de paro o de mucha responsabilidad porque se alcanzan puestos más relevantes a esa edad… Todo esto genera un estrés en la vida de un cincuentón al que se añade el que causa el adolescente, que necesita la paciencia, mucha paciencia… para negociar… y sobre todo tiempo.

También de mucho humor. La mayoría de las personas, ¿se olvidan de su propia adolescencia?

A veces los padres tienen que reflexionar al respecto pero lo más importante es que les guste su hijo, pese a que sea muy distinto a lo que ellos habían pensado… Eso les va a dar esa posibilidad de darle las máximas oportunidades, de acompañarle con humor… y con respeto a que quizás es diferente a lo que habían imaginado. La mayoría de veces yo creo que siempre es mucho mejor de lo que imaginamos.

La digitación ha cambiado cosas pero en lo esencial es la misma etapa de explorar el mundo, en vivo en directo y ahora online. Pero antes explorábamos igual. A veces los padres están fatigados, pero hay que hacer esa reflexión: tengo que ver cómo organizar mi vida para que una de las tareas principales sea la educación del adolescente que tengo en casa.

¿Dónde está el equilibrio?

En darles autonomía y a la vez, seguir con la tarea educativa con calidez y confianza. Hay que guardar un equilibrio entre sus preferencias o gustos y las normas y límites que debemos establecer en su vida.

La tarea educativa, que también incluye la determinación de responsabilidades, sigue siendo absolutamente necesaria durante la adolescencia …porque como los padres no lo hagan y no haya normas, para comidas, horarios o lo que hay que hacer en la vida, el adolescente se va a sentir inseguro y que no le importa ni a sus padres… «Ni siquiera me han dicho a qué hora tengo que volver». … Relajar demasiado o inhibirse de establecer las normas educativas puede generar inseguridad y sensación de no pertenencia en el adolescente. Claro que no van a ser las mismas normas que en la infancia, además unas son negociables, otras no, pero tienen que existir, nos facilitan la vida, nos dan seguridad.

La sensación de firmeza tiene que ser permanente pero con la flexibilidad necesaria a las circunstancias. A veces ocurre que nos relajamos, de repente, a veces para no discutir demasiado… También depende de los principios educativos de los padres y de su estado emocional.

Es una etapa donde emocionalmente se está más vulnerable… 

Le dedico un capítulo exclusivo a las emociones porque poder gestionar adecuadamente las emociones propias determina el futuro de las personas. Está demostrado que los que los adolescentes que aprenden a gestionar y regular sus emociones (por ejemplo, en la escuela mediante el aprendizaje socioemocional) tienen mejor rendimiento académico, mejor salud mental, y relaciones sociales más adecuadas. El adecuado desarrollo de la regulación emocional es muy diferenciador respecto al éxito futuro porque las emociones están implicadas en cómo uno piensa,

aprende y se relaciona con los demás. Creo que los padres necesitan algunas claves de como nombrar, validar y regular las emociones de sus hijos.

La promoción de la salud o prevención primaria de la salud mental tiene mucho que ver con esa capacidad de gestión emocional que debe desarrollarse a lo largo de la infancia y la adolescencia con ayuda de los padres y otros educadores.

Cómo va a ir en la adolescencia de los hijos va a depender mucho de cual es la preparación de los padres para contener, validar y regular emociones… Además, el proceso de gestión y regulación emocional empieza en los primeros años de vida, pero si nunca se ha trabajado en ello, la adolescencia es un buen momento para comenzar.

Por eso el libro hay que leerlo antes de la adolescencia, cuando recular o hacer ajustes es más difícil…

Puede ser. Risas.

También es un momento en el que la imagen que nos devuelve el espejo es importante. ¿Cómo lograr que tengan una buena estima corporal? 

Trabajando desde edades muy tempranas, desde los 7-8 años. La imagen corporal no se construye con quince años, ahí se acaba de construir, se remata… Tener una buena estima corporal, aceptarse, quererse tal y como uno es, protegerse de mensajes de imágenes perfectas impuestas culturalmente, tiene que comenzar en la edad escolar y fortalecerse intensamente en la adolescencia. Definitivamente, con todos los cambios corporales que se producen en la adolescencia y la presión de las

redes sociales por alcanzar modelos corporales inalcanzables, es conveniente que se trabaje la estima corporal desde edades tempranas.

Recalca mucho la importancia del buen trato..

El cuidar… Al final, el buen trato es cuidar al otro en sus necesidades, dar seguridad, a la vez que se permite la autonomía, evitando la dependencia emocional; enseñar a ser resiliente con el ejemplo: pasar por una situación complicada y recuperarse o salir fortalecido.

Situaciones de microtraumatismo podemos tener todos, lo importante es saber recuperarse, tener la flexibilidad y recuperación del bambú.

El ejemplo de los padres es importante, recuerdas.

Para que ellos puedan tener resiliencia, tendrán que ver a unos padres resilientes. Va a ser muy difícil que tú enseñes resiliencia, responsabilidad… Si tu no la tienes. Piensen ustedes mismos en lo que ustedes hacen, cómo se sienten, cómo está su ánimo… Son el mejor ejemplo que tiene su hijo.

Y si uno no está bien, acuda a terapia. 

Uno puede ‘no poder» debido a variadas circunstancias. ¿Por qué no buscar asesoramiento o hacer una consulta a un profesional de la salud mental si sentimos que no podemos con la educación de sus hijos ? Tenemos que romper el tabú de: ‘Si consulto no soy buen padre’. Al contrario, voy a ser buen padre en la medida que conozco las necesidades del hijo. No es que esté aceptando, estoy aprendiendo, leyendo, hablando con otras personas…. o por mi cuenta o en una terapia si es necesario pero romper un poco esas discapacidades de padre de «no puedo hablar…’Esa etapa pasó. Estamos todos más abiertos a aprender de adolescencia, sobre todo de la nuestro hijo.

Explica usted que en la adolescencia hay una ventana de oportunidad en la que se realiza una poda neuronal. ¿En qué consiste? 

Durante la adolescencia se producen importantes cambios cerebrales gracias a la neuro plasticidad o capacidad de cambiar su estructura en respuesta al ambiente en el que se vive. Llegamos a la adolescencia con una gran cantidad de conexiones cerebrales producidas fácilmente durante la infancia fruto de los aprendizajes que se desarrollan en esa etapa. En la adolescencia se eliminan aquellas que no resultan tan útiles o eficientes para adaptarse al ambiente, es lo que llamamos poda sináptica. Este proceso es análogo a la poda de un árbol, se cortan las ramas más débiles o que resultan menos viables en ese ambiente, para que las otras crezcan más fuertes y el árbol sobreviva fuerte y hermoso.

Es una reorganización cerebral que da la oportunidad para alcanzar las cualidades y el nivel de funcionamiento adulto para hacerse cargo del mundo. Siempre que veo a un adolescente se lo digo: ¡Vas a estar a cargo del mundo! Quiero fortalecerlos y empoderarlos. Tenemos a alguien que se está, digamos lo así, ‘actualizando’, que se le abren un montón de oportunidades pero que sobre todo, esa organización va a permitir alcanzar las cualidades de un humano adulto. Al adolescente hay que cuidarle muy bien porque está en un momento muy vulnerable y eso supone a los que les rodean una importante responsabilidad.

Fuente: https://www.abc.es/