Dolor emocional

Eva Bach, pedagoga: “Es imposible que nuestros hijos no experimenten dolor emocional”

La educación emocional se ha convertido en un producto comercial más, de gran demanda entre los padres: la experta en crianza advierte que este auge de las emociones esconde muchos malentendidos y disparates

Eva Millet

Hace tiempo que las emociones se han convertido en un producto. Lo anticipó el filósofo Byung-Chul Han. Un producto infinito, que se presenta en un abanico de formatos que incluyen cursos, talleres, libros, cuentos infantiles, conferencias, reels de Instagram y videos de TikTok. La educación emocional está en auge y se oferta como la vía para conseguir niños felices. Algo que, lógicamente, desean millones de padres.

Aunque su base es incontestable (las emociones son muy relevantes), esta gran demanda ha dado pie a todo tipo de métodos, falsedades, malentendidos y disparates. “Un caos”, como resume la pedagoga y maestra Eva Bach, una de las pioneras en la introducción de la educación emocional en nuestro país. Con el fin de poner un poco de orden en esta cuestión, Bach publica su decimotercer libro: Disparates emocionales ¡Basta ya! (Ed. Plataforma), que también tiene una versión en catalán.

Hay una desinformación absoluta sobre el mundo emocional, lo que hace que el ámbito de la salud y el bienestar acabe generando malestar y rechazo

Eva Bach Maestra y pedagoga

Esta vez la autora alza la voz para advertirnos de la desinformación que impera en el ámbito de las emociones, donde influencers y gurús, a menudo sin titulación o experiencia, propagan recetas muchas veces carentes de fundamento. Consignas que, advierte: “Distorsionan la visión de las emociones” y nos impiden entenderlas y atenderlas sanamente.

¿Por qué este libro?

Porque en el mundo emocional hay un caos y una desinformación absoluta. Lo que resulta paradójico, porque cada vez se da más relevancia a las emociones, pero se está haciendo un muy mal uso. Hay mucha confusión, malentendidos, ideas sesgadas, muy simples, que hacen que, al final, algo que debería servir para la salud y el bienestar acabe generando malestar y rechazo.

¿Cuál es el mayor disparate emocional que ha detectado?

En el libro distingo entre lo que son grandes disparates y lo que son confusiones o malentendidos. Y, como grandes disparates, pongo dos, que son de base. El primero es negar la importancia de las emociones; un rechazo que, como decía, creo que se debe a la desinformación. Las emociones no pueden negarse: la neurociencia, la psicología y la psiquiatría tienen constatación de sobras de lo relevantes que son para la salud, para la convivencia, para el aprendizaje y para un buen uso de la inteligencia. Sabemos que no hay una forma pura de conocer, porque todo está conectado emocionalmente; ya lo decía el psiquiatra Castilla del Pino.

Hay voces que piden “más razón y menos emoción” ¿No tienen, precisamente, algo de razón?

Hay voces que dicen las emociones son pseudociencia, pero la neurociencia nos está diciendo que ‘tanto monta, monta tanto”: es decir, que están al mismo nivel que la razón. La razón puede ser lúcida pero, también, puede ser un delirio. Y eso ocurre con las emociones. Vamos cojos si nos falta uno de los dos pilares, que son emoción y razón.

Tenemos una visión bastante deformada de la felicidad: como si fuera ausencia de malestar,  tristeza, la rabia, el miedo… ¡Eso es imposible!

Eva Bach Maestra y pedagoga

 ¿Cual sería el segundo gran disparate que mencionaba?

Que la gente que tiene algún tipo de influencia o responsabilidad educativa de niños y adolescentes no se preocupe de su salud emocional. Eso es un error, porque tengo clarísimo que si tienes algún tipo de influencia sobre niños y adolescentes, tienes una responsabilidad sobre su vida emocional. No hay excusas.

Y un tercer disparate, relacionado con estos dos, es que cuando reconocemos la importancia de las emociones, nos ponemos a hacer muchas cosas, muchas actividades y muchas dinámicas, pero con muy poca profundidad, muy poca continuidad y muy poca personalización.

¿Por qué hay esta urgencia para que los niños gestionen las emociones? ¿No se está acelerando un proceso natural con una educación emocional hiperactiva?

Creo que lo que ha sucedido es que las familias nos hemos dado cuenta que las emociones son muy importantes y que afectan directamente a la salud y a la felicidad de nuestro hijos. Y, como queremos que estén sanos y sean felices, tenemos esta urgencia para que aprendan a gestionarlas; el problema es cómo se hace esto.

En el libro usted menciona que la gestión emocional se identifica con lograr hijos felices, pero dice que eso es un error.

Tenemos una visión bastante deformada de la felicidad: como si fuera ausencia de malestar y de emociones ingratas, como la tristeza, la rabia, el miedo… Y no solo eso, sino también la ausencia de crisis emocionales. Es como si quisiéramos que nuestros hijos fueran con la sonrisa permanente y que nada les afectara; que no experimentaran dolor emocional. ¡Y eso es imposible! Por mucho que avances en madurez emocional, tendremos altibajos y crisis emocionales. Es imposible que nuestros hijos no experimenten dolor emocional

¿Pero no la educación emocional no sirve para evitar eso?

Ese es otro malentendido, porque de lo que nos protege la gestión emocional es del trastorno emocional, no de la crisis. No nos protege que nos veamos sacudidos por cosas que nos trae la vida y que nos afectarán. Por eso digo que, más que hacia la felicidad, hay orientar la educación emocional hacia la salud y la bondad.

Hoy hay profesionales de la educación emocional, pero: ¿no deberían ser los padres quienes enseñen a gestionar las emociones a los hijos?

Uno de los abusos en este tema son los programas de educación emocional. Yo he escuchado a adolescentes que cuentan que sí, que les hacen clases de educación emocional, pero estas consisten en frases y recetas que no sirven para nada. Frases hechas, esterotipadas, bonitas, pero vacías de contenido.

Es responsabilidad del Estado cuidar la salud emocional de los docentes. Para conducir las vidas de los niños hay que estar centrado y algo debe de avalarlo

Eva Bach Maestra y pedagoga

Se confunde educación emocional con el pensamiento positivo…

Exacto. Y esto los adolescentes lo perciben, porque son muy agudos. Pero volviendo a la pregunta anterior: para mí hay dos tipos de educación emocional: la curricular —que se hace con unos programas concretos—, y la educación relacional, que hacemos a todas horas, porque estamos utilizando nuestras emociones constantemente.

¿La educación emocional ha de ser una asignatura del currículum escolar?

No necesariamente. Pero si se hace bien, perfecto. Lo que sí tiene que haber en el aula es un cuidado de esa salud emocional porque, aunque no haya educación emocional curricular, en las escuelas siempre hay transmisión emocional. Aunque no la queramos, la educación emocional está ahí: las emociones impregnan los vínculos y la comunicación, así que hay que cuidarla. Como es una responsabilidad de la Administración cuidar la salud emocional de los docentes. Para conducir las vidas de los niños y niñas se tiene que estar centrado emocionalmente y algo debe de avalarlo.

Estamos en tiempos de crianzas auto-denominadas “respetuosas” o “positivas”, en las que se ha de preguntar constantemente al niño cómo se siente, validar sus emociones… ¿Esa es una buena forma de educación emocional?

Otro de los grandes disparates es que hemos convertido las emociones en una especie de ‘dioses todopoderosos’. Hemos pasado de reprimirlas a decirles a los hijos que las escuchen y que sigan siempre su emoción, que hagan caso de ella, y que la expresen, sea donde sea. Y eso es un error, porque, a veces, lo que hemos de hacer es lo contrario de lo que nos dicen las emociones. Todos tenemos ganas de enviar a la porra alguien alguna vez, pero no lo hacemos porque… no lo podemos hacer. Yo no tengo el derecho, porque tengo una emoción determinada, de tratar mal a alguien.

O sea que reprimir una emoción, que hoy se ve casi como una transgresión, a veces no está tan mal…

Más que el reprimirla, es el contenerla y encontrar la expresión adecuada de esa emoción. Es un autocontrol muy necesario, que te ahorra muchos males.

Hemos pasado de reprimir las emociones a decirles a los hijos que la expresen donde sea.  Y eso es un error. 

Eva Bach Maestra y pedagoga

Llevas 25 años trabajando en las emociones: ¿Se han convertido en un producto más del capitalismo?

Sí, absolutamente sí. Y es una pena, porque las emociones son una semilla de humanización, pero las hemos convertido en algo que utilizamos para unos fines determinados. Y a veces, no son saludables: se busca la incontinencia, el exhibicionismo, el frenesí emocional. Como estas personas que buscan emociones fuertes todo el día, porque si no, la vida no nos llena. Este convertir las emociones en un producto nos lleva a una serie de hábitos poco saludables, como por ejemplo en la empresa, que pueden ser incluso perversos e implican más control del personal.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/