El Doctor en Psicología alerta de que escucha cada vez a más jóvenes de 14 a 16 años que piden a la vida lo que la vida no puede darles y se sienten desesperanzados
«Si no permitimos que un hijo meta los dedos en un enchufe, no dejemos de ayudarle si tontea con el suicidio»
LAURA PERAITA
Javier Urra, director clínico de RecUrra, está acostumbrado a tratar con jóvenes conflictivos que viven situaciones límite, hasta el punto de que durante la presentación de su último libro, ‘Cuando la salud mental quiebra’, aseguró que «ayer me pasé por el centro terapéutico y estuve con quince menores que habían hecho intentos reales de quitarse la vida». Añadió que cada vez más jóvenes de entre 14 y 16 años piden a la vida lo que la vida no puede darles y le confiesan directamente que «si la vida no me da lo que espero, me bajo de la vida».
Es una realidad alarmante. «Son jóvenes que se encuentran desprovistos de ilusión, de motivación, que tienen dudas, mucha incertidumbre sobre un futuro que se les presenta nada alentador por el entorno en el que viven y la situación económica nada favorable. Tampoco nos engañemos —matiza—, no se puede echar toda la culpa a las redes sociales, puesto que en nuestro centro terapéutico están una media de once meses y no disponen de móviles y, sin ellos, son capaces de mejorar su disposición ante la vida. Hay que hablarles de que la vida no siempre es de color de rosa, que en ocasiones es complicada, muy compleja, y hay que afrontarla. No podemos pasarnos el tiempo lamentándonos y ni quejándonos por todo, algo a lo que los españoles somos muy dados».
Pérdida de sentido de la vida
José Antonio Luengo, especialista en Psicología Educativa y Sanitaria y secretario de la Junta de Gobierno del Colegio de Psicólogos de Madrid, añadió en este sentido su gran preocupación por la alarmante pérdida de sentido de la vida a estas edades y lamentó que estos jóvenes se comparen continuamente con sus iguales, admitan que no tienen futuro, que no sepan por dónde dirigirlo y, sobre todo «que pierdan el sentido de la amistad que les lleva a una soledad profunda. Muchos de ellos viven en apartamentos dentro de sus hogares, encerrados y aislados en sus habitaciones y conectados a móviles. Es una situación que se debe y se puede cambiar. Esa es la buena noticia. ¿Cómo? Modificando la situación; creando cada uno —padres, hijos, abuelos…— pequeños ecosistemas para empezar a relacionarse entre ellos de otra manera».
No obstante, Luengo reconoce que muchos adolescentes de 18 años le han confesado que les cuesta comunicar su malestar psicológico a sus seres queridos. «Cuando tratan de transmitir su dolor a sus padres no suele ser bien recibido. A los progenitores les da miedo escuchar este tipo de confesiones y les dan respuestas evitativas del tipo «pero si tú lo tienes todo» o lo personalizan: «pues yo a tu edad también…». No se trata de culpabilizar a los padres pero sí de concienciarles para que sepan inculcar a sus hijos que hay que ser resistentes y estar preparados para afrontar situaciones dolorosas y difíciles».
Durante el acto de presentación de «Cuando la salud mental quiebra» se destacó también que el 70% de las patologías mentales aparecen antes de la mayoría de edad. Entre los adolescentes más jóvenes, de entre 10 y 14 años, los trastornos del comportamiento infantil como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH) o los trastornos de la conducta, son la segunda causa de morbilidad.
En cuanto a los adolescentes de más edad, de entre 15 y 19 años, la cuarta causa de enfermedad y discapacidad es la depresión, y eso que se trata de una dolencia infradiagnosticada que cursa de forma esquiva y ocasionalmente paradójica. «En los casos más graves —aseguró Urra—, este trastorno del ánimo conduce, de la mano de la desesperanza, al suicidio. A veces, con la depresión y la ansiedad pueden coexistir otros padecimientos, como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa o el trastorno por atracones compulsivos, caracterizados por la presencia de comportamientos alimentarios perjudiciales tales como la restricción de calorías o el atracón compulsivo. En cuanto a los trastornos que incluyen síntomas de psicosis, como alucinaciones o delirios, emergen más comúnmente a finales de la adolescencia o principios de la edad adulta».
Conductas de riesgo
Señaló que también las conductas de riesgo en adolescentes son determinantes para la salud, siendo las principales responsables de la morbimortalidad en esta etapa. «Implican un deterioro considerable, afectando a su calidad de vida, a la inserción con igualdad de oportunidades en la sociedad y a gran parte de las enfermedades crónicas no transmisibles del adulto.
Algunos estudios señalan que más de un 20% de los menores de edad presentan durante la infancia algún problema de salud mental que requiere atención especializada, «por lo que hay que poner mayor atención en el abordaje infanto-juvenil, que en ocasiones precisa de psicoterapia ambulatoria o atención residencial de larga estancia. De hecho, Save The Children señala que un 3% de niños y adolescentes han tenido pensamientos suicidas en 2021».
En su opinión, la prevención del suicidio conlleva formación a sanitarios, profesores, fuerzas de seguridad, bomberos y ciudadanía en general, acceso a los servicios de salud mental y respuesta urgente y continuada. «Un vínculo de enganche a la vida, aunque inicialmente sea telefónico. La salud mental es esencial, y uno de los pilares básicos de las reformas del Sistema Nacional de Salud. Uno de los objetivos debiera ser la detección precoz de las enfermedades o trastornos mentales, dado que ello es fundamental para la intervención y el mejor pronóstico. Para ello, es precisa la formación específica de los médicos de atención primaria, y es que este es el mecanismo sanitario con el que los ciudadanos tienen un mayor contacto a lo largo de la vida, pero en muchos casos también un nivel de confianza e intimidad más elevado que con cualquier otro profesional o servicio».
Insiste en que la salud mental es esencial. «Uno de los objetivos debiera ser la detección precoz de las enfermedades o trastornos mentales, dado que ello es fundamental para la intervención y el mejor pronóstico. Para ello, es precisa la formación específica de los médicos de atención primaria, y es que este es el mecanismo sanitario con el que los ciudadanos tienen un mayor contacto a lo largo de la vida, pero en muchos casos también un nivel de confianza e intimidad más elevado que con cualquier otro profesional o servicio», concluye Javier Urra.
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