trastornos alimentarios

Consejos y recursos para familias de personas con trastornos alimentarios

Los expertos recomiendan proporcionar apoyo emocional y crear un ambiente positivo para favorecer la recuperación de quienes padecen un trastorno de la conducta alimentaria

Clàudia Segura

Barcelona. Periodismo Blanquerna

“Estoy gorda”, dice una adolescente frente al espejo, con una voz cargada de inseguridad. Es tentador contestarle rápidamente: “¡Qué va!”, en un intento de consolarla y disipar sus preocupaciones. Sin embargo, esta respuesta, aunque bienintencionada, no aborda la profundidad del problema. En realidad, puede invalidar sus sentimientos y cerrar la puerta a una conversación crucial sobre su bienestar emocional y físico. Por eso, es fundamental entender la complejidad de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y cómo proporcionar el apoyo adecuado a quienes los padecen.

Los TCA, que experimentaron un incremento sin precedentes durante la pandemia por la covid-19, afectan a millones de personas de cualquier edad, sexo, raza y nivel socioeconómico en todo el mundo. No obstante, lo más frecuente es que se inicien durante la adolescencia o juventud, y que afecten a más mujeres que hombres. Como señala la doctora Teia Plana, coordinadora del equipo de TCA del Hospital Clínic Barcelona, “las niñas, chicas y mujeres acostumbran a recibir una presión social mucho más elevada a causa de los cánones estéticos que impone la sociedad”.

“Muchas personas desarrollaron un miedo irracional a ganar peso por la falta de control sobre la alimentación y el ejercicio en el confinamiento”

Doctora Teia Planacoordinadora del equipo de TCA del Hospital Clínic Barcelona

Es esencial reconocer los síntomas de los TCA para ofrecer el apoyo adecuado. Estos pueden ser conductuales, emocionales o físicos. Entre los primeros están la obsesión con la pérdida de peso, saltarse comidas, esconder alimentos, ir al baño después de comer, usar laxantes en exceso, cambiar hábitos alimentarios y hacer ejercicio compulsivamente. Emocionalmente, las pacientes pueden experimentar miedo a ganar peso, insatisfacción corporal, baja autoestima, cambios de ánimo, ansiedad, ausencia de emociones y aislamiento social. Físicamente, se manifiestan en la pérdida o el aumento significativo de peso, fatiga, mareos, problemas gastrointestinales, cambios en la piel, cabello y uñas, problemas dentales y, en las mujeres, amenorrea.

La detección temprana y el diagnóstico precoz son claves para un mejor pronóstico. La doctora Teia Plana explica: “Cuanto más tiempo pasa desde que la enfermedad aparece hasta que empieza a ser tratada, más riesgo hay de que la paciente tarde en recuperarse”. Las familias deben estar atentas a cambios emocionales, como quejas sobre uno mismo, desprecio por el cuerpo, restricción de alimentos, aislamiento o interés excesivo por la comida. En tales casos, es recomendable hablar del asunto para comprender la situación y los sentimientos, intentando que el familiar se abra y exprese lo que le pasa. “En este momento, seguramente resultará más efectivo un recurso psicológico que una dieta”, agrega la experta.

La alimentación no debe ser un tema de negociación. Crear un ambiente agradable durante y después de las comidas, y buscar distracciones que alivien la ansiedad relacionada con la comida puede ayudar a que la paciente se sienta más cómoda y segura. Se debe evitar los consejos simplistas y las discusiones sobre comida, salud y aspecto físico, ya que estas actitudes pueden ser desencadenantes o contraproducentes. La doctora Itziar Flamarique, psiquiatra infantil del Hospital Clínic Barcelona, recuerda que “es crucial validar los sentimientos, agradecer que se compartan preocupaciones y evitar juicios”. “

Lo más importante —añade Flamarique— es que la paciente sienta que tiene a alguien ahí para escucharla cuando lo necesite”. La doctora Plana también explica el impacto de la pandemia de covid-19 en la percepción corporal de los jóvenes. “Durante el confinamiento, muchas personas desarrollaron un miedo irracional a ganar peso debido a la falta de control sobre la alimentación y el ejercicio. Factores como el perfeccionismo y la incapacidad para manejar el estrés jugaron un papel crucial”, interpreta. “Aumentaron entonces los riesgos emocionales, como la ansiedad y el aislamiento, mientras que disminuyeron los factores de protección como las relaciones sociales”, recuerda.

“Es crucial validar los sentimientos, agradecer que se compartan preocupaciones y evitar juicios”.

Doctora Itziar Flamariquepsiquiatra infantil del Hospital Clínic Barcelona

Los especialistas sostienen que, con el tiempo y la recuperación, la paciente probablemente apreciará la presencia de sus seres queridos. Y, como los familiares necesitan energía y fuerzas para ofrecer el mejor apoyo posible, deben cuidarse igualmente. Es importante no culparse por los TCA, ya que son trastornos multicausales. La doctora Plana señala que no hay un motivo único; influyen factores individuales, como el género, y otros ambientales, como la presión social sobre el físico, especialmente en las mujeres. Los cambios corporales en la adolescencia contribuyen a su desarrollo. Un buen ejemplo de hábitos de vida saludables puede tener un impacto positivo en el entorno y en la propia paciente.

El camino hacia la recuperación es largo y lento, pero con amor y empatía, es posible. En la actualidad, se dispone de recursos útiles para estas patologías. La doctora Plana comenta: “Desde el programa de salud mental del CatSalut, se ha puesto en marcha un plan de choque. En cuanto a los tratamientos, hay una parte que continúa funcionando muy bien, y hay otros que tenemos que ir diseñando”. “Mi sensación es que la dimensión social es la más floja. Por tanto, todos los esfuerzos tienen que ir en este sentido para mejorar la situación en los próximos años”, concluye.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/