A mayor número de horas con nuestros hijos, más probabilidades de perder los nervios con ellos. La experta en Disciplina Positiva María Soto nos da las claves para no hacerlo este verano
María Dotor
En verano, tenemos muchas más horas libres. Horas para disfrutar de nuestros hijos, pero también para perder la paciencia con ellos.
“El que nunca pierde la paciencia en casa no tiene hijos, tiene muebles”. Con esta confesión, María Soto, fundadora de Educa Bonito y experta en Disciplina Positiva, inició un taller con el que quiso ayudarnos precisamente a esto, a no perder los nervios con nuestros hijos y educar desde la calma.
Para hacerlo, lo primero que hizo es llevarnos de viaje al cerebro: el cerebro es el único órgano que no nace desarrollado y tiene varios niveles que se van desarrollando. María lo representó como un puño cerrado con varias capas.
- El primer nivel es el cerebro vital, que regula las funciones vitales.
- El segundo es el cerebro medio o animal, en el que “viven” la emociones, los impulsos, los instintos y las neuronas espejo, que posibilitan el contagio emocional.
- Y el tercer nivel es la corteza prefrontal, que no termina de desarrollarse hasta los 30 años y que es responsable del pensamiento lógico y la regulación emocional.
De esta forma nos explicaba por qué a veces perdemos los nervios, porque nos domina la parte más animal, más emocional. Algo que les pasa a nuestros hijos mucho más frecuentemente que a nosotros, puesto que la parte encargada de regular las emociones, como hemos dicho, no se desarrolla hasta los 30 años, lo que explica porque nuestros hijos son tan impulsivos, tienen rabietas, no entran en razón…
¿CUÁL ES EL PLAN QUE TENEMOS QUE TRAZAR?
Entonces, si perder la paciencia es algo normal, ¿cómo podemos hacer para no hacerlo con nuestros hijos? Soto nos dio unas claves:
Ante todo, «no hay que flagelarse, perder la paciencia es humano”, nos dijo Soto, pero nerviosos y gritando “no podemos educar, no enseñamos nada bueno”. Dicho de otra manera, “cuando las emociones se desbordan, el cerebro racional se apaga. No actuemos en ese momento”. Elegir no actuar si hijos o padres y madres estamos nerviosos y desbordados exige valor para controlarnos, respeto hacia nuestros hijos y hacia nosotros mismos y la confianza de que la calma nos dará la solución.
María Soto quiso subrayar una de las citas más célebres de Jane Nelsen, autora, junto a Lynn Lyott, del libro Disciplina Positiva: “¿De dónde sacamos la loca idea de que para que un niño se porte bien hay que hacerle sentir mal?”. María apostó por la motivación y el aliento para conseguir la colaboración de nuestros hijos, que quieren sentirse útiles e importantes y abandonar los gritos, los castigos y las amenazas.
María nos preguntó en el taller qué cosas nos ponen de los nervios, cosas que no tengan que ver con los hijos. Y hubo muchas respuestas: “la impuntualidad, las interrupciones, las lecciones de los no padres, el desorden….”. Ante estas cosas que nos enervan y no tienen que ver con nuestros hijos solemos aguantar el tipo, porque, como dice María, “si habláramos a nuestros amigos como hablamos a nuestros hijos, ¿cuántos amigos tendríamos?”. Esta es una de las reflexiones que deberíamos hacer cuando estamos a punto de «explotar» con nuestros hijos: ¿cómo actuaría si esto me pasase con un adulto?
Es fundamental que entendamos que hay detrás de esos «malos» comportamientos de nuestros hijos que nos sacan literalmente de quicio. «Representamos el comportamiento de nuestros hijos como la punta de un iceberg. Si no vemos el fondo (las creencias que lo motivan, el para qué –y no el por qué- se comporta así), nos limitaremos a tratar de controlar el comportamiento y nos frustraremos porque no lo conseguiremos (o contado con un ejemplo, si están dolidos por algo que ha pasado en el cole “te la montan a ti”. Nuestros hijos necesitan que veamos todo el iceberg)».
Los niños necesitan sentirse importantes en el grupo, que pertenecen al grupo. Y, siendo sinceros, pocas veces se tiene en cuenta la opinión o preferencias de los niños. Tienen escaso o nulo margen de elección. Una buena opción para que nuestros hijos estén más dispuestos a colaborar es darles opciones, que sientan que les tenemos en cuenta y que su opinión nos importa. «No se trata de que hagan lo quieran, pero sí que demos opciones para que vean que les tenemos en cuenta». Y nos ponía un ejemplo entre risas, “¿para cenar quieres huevo o tortilla?”.
“Necesitamos no perder de vista el autocuidado”, porque “¿qué les estamos enseñando a nuestros hijos si no nos cuidamos? ¿Nos van a respetar o se van a respetar si nosotros no nos respetamos?”. Aunque confiesa que pinta muy mal, María se animó y pintó un taburete con cuatro patas. Una de ellas es Yo, otra es Familia/Pareja, una tercera es Vida social y la última Responsabildades. “Si no cuidamos las cuatro patas es normal perder el equilibrio y la paciencia”, nos explicó María.
Fuente: https://www.elperiodico.com/