Por Javier Rodríguez Zapatero
La tecnología asusta a muchos, pero es el mejor aliado para el aprendizaje. Muchos colegios ya empiezan a aplicar estas tecnologías de aprendizaje, pero son casi siempre privados
¿Es posible que nos estén cambiando el mundo y no sepamos interpretarlo? Es una pregunta que nos deberíamos hacer más a menudo teniendo en cuenta la época que nos ha tocado vivir.
Gracias a mis años al frente de compañías tecnológicas como Google y a mi dedicación actual en el mundo educativo, he tenido y tengo la inmensa fortuna de sentirme cerca de un entorno que cambia constantemente, y de tener la curiosidad por entender cómo esos cambios que estamos viviendo en este nuevo siglo están configurando una sociedad muy distinta a la que vivimos el siglo pasado. La exponencialidad tecnológica; es decir, la rápida, y muchas veces inesperada, velocidad de cambio que conllevan las nuevas tecnologías digitales como el ‘blockchain’, la inteligencia artificial y otras, están configurando un panorama para el que no estamos preparados, porque hemos sido educados para otro.
Hacia un nuevo modelo educativo
Parece evidente que nos hemos acostumbrado a un mundo que nos parece lineal y fácil de interpretar. Como sociedad, nos hemos ido sintiendo cómodos con este modelo que nos incitaba a proyectar un futuro en base al comportamiento del pasado o a tomar decisiones basadas en datos que nos proporcionaban entornos de seguridad que minimizan nuestro fracaso. Nos ha ido bien siendo conservadores en nuestras decisiones, pero ahora el mundo evoluciona de manera desigual, y no estamos precisamente entre los que están abrazando la parte alta de la tabla. Por ello, cuando analizo desde la perspectiva de país, en este caso España, los factores que pueden ayudarnos a subirnos a la siguiente ola productiva, y a este cambio de modelo, que se está empezando a enseñar quiénes son los que más posibilidades tendrán de ganar esta liga en otras partes del mundo, llego a la conclusión de que habría que cambiar muchas cosas, pero que si solo pudiera escoger una sería el de un profundo cambio de nuestro modelo educativo.
Existe un principio general de la educación qué sostiene que una sociedad que es capaz de aprender más rápido que la velocidad a la que se producen los cambios de su entorno es una sociedad que progresa. Sin embargo, si la sociedad asimila los cambios del entorno más despacio porque no está educada para ello, se convierte en una sociedad que se va empobreciendo y que puede acabar pereciendo.
Hemos visto siete leyes sobre educación en democracia y ninguna de ellas se aprobó por consenso o por una mayoría destacada
Parece evidente que la educación es una dimensión que nos preocupa a todos los españoles, aunque nunca lo manifestamos como nuestra principal preocupación. El CIS no arroja en los resultados de sus encuestas cada mes que la educación nos preocupe a los españoles. Hemos visto alumbrar siete leyes distintas sobre educación desde que comenzó la democracia y ninguna de ellas se aprobó por consenso o por una mayoría destacada. Es cierto que se comenta, se habla, se dice que la educación es importante. Todos lo pensamos, pero no actuamos. La sociedad civil sigue anestesiada incapaz de diseñar un nuevo modelo que luego se exija a nuestros políticos.
Soñar es gratis y no está reservado a los niños. Yo sueño con un cambio profundo en el modelo educativo español que permita que nuestra sociedad aprenda a más velocidad que la que desarrolla su entorno. Un modelo que ofrezca oportunidades para todos y que por tanto entronca directamente con una profunda disrupción del modelo de enseñanza pública que además reforme todos los aspectos de la misma: educación primaria, secundaria, formación profesional y enseñanza universitaria. Hoy, sencillamente, no funciona. Es difícil resumir en unas líneas cuáles deberían ser los principios sobre los que debería pilotar una reforma de calado, pero me atrevo a esbozar algunos.
Lo que hay que cambiar en la educación española
Debemos pasar de un aprendizaje lineal a uno personalizado. El conocimiento hoy está a un clic de distancia, los mejores profesores también. Acceder al mejor “profe de mates” del mundo es hoy sencillo y se hace desde casa. El conocimiento que existe en la red es infinito e inabarcable, por lo que no necesitamos profesores que reciten de memoria sus conocimientos. Necesitamos tutores, guías o sherpas que ayuden a los alumnos a encontrar su propio camino. Esto parece fácil, pero no lo es porque la labor del profesor cambia radicalmente. Debe estar mucho más preparado y conocer su materia y otras muchas para convertirse en un buen sherpa de sus alumnos.
La figura del profesor debe estar mucho más reconocida socialmente y mucho mejor pagada. Obviamente su selección y promoción debe ser más exigente porque se convierten en los “Yodas” de nuestra sociedad. Un profesor desde primaria debe ser tan importante como un médico o como un juez y sin embargo hoy se escoge la carrera de magisterio por descarte en muchos casos. Este cambio implica que haya menos alumnos por profesor y también que los docentes del siglo XXI digital estén más preparados, mejor pagados, más motivados y mejor evaluados. Muchos me dicen que la factura multiplicaría por dos o tres la inversión pública en educación primaria, y así es. Pero prefiero que los impuestos que pagamos se destinen a esto en lugar de a otros temas que no proyectan España hacia un futuro mejor.
No necesitamos profesores que reciten de memoria sus conocimientos, sino tutores que ayuden a los alumnos a encontrar su camino
La formación profesional ha sido muy mal entendida en este país. Solo este año se van a quedar casi 200.000 puestos de trabajo sin cubrir por falta de habilidades profesionales adecuadas a la demanda de empleo, en gran parte, tecnológicas. En un país con el mayor paro juvenil de Europa resulta paradójico que nuestro sistema educativo haya fracasado en formar a ciudadanos aptos para el empleo que se demanda hoy. A más corto y medio plazo, la formación profesional bien enfocada supliría este déficit si fuese flexible en la renovación de sus materias y grados y si estuviese más cerca del mundo empresarial. La nueva Ley de Formación Profesional pretende conseguir que el aprendizaje ocurra a partes iguales en el aula y en la empresa. Es un buen comienzo.
Nuestra universidad pública no es del siglo XXI. A veces me tachan de ser radical en mis afirmaciones, pero cuando solo tenemos dos universidades entre las 150 mejores del mundo y ninguna entre las 100 primeras es obligatorio reflexionar sobre el modelo universitario actual. Estamos faltando a la promesa como sociedad de que acabar la universidad a los veintidós años es sinónimo de empleo. La universidad hoy está concebida desde su profesorado y para su profesorado. El alumno no está en el centro. Se convierte en un puerto seguro que cobija de por vida a sus moradores, el profesorado. Hay excepciones, pero la mayor parte de las universidades viven de espalda a la sociedad, los proyectos de investigación son de poca aplicación a la solución de problemas actuales y el corporativismo hace imposible, en muchas ocasiones, traspasar sus muros.
La tecnología asusta a muchos, pero se convierte en el mejor aliado para el aprendizaje. Hace años era impensable que la inteligencia artificial pudiese ayudar a un alumno a encontrar la manera de unir sus pasiones con el camino necesario para construir las habilidades que le serán necesarias en el futuro para sacar todo el partido a su propia vocación. Hay muchos colegios que ya empiezan a aplicar este tipo de tecnologías de aprendizaje, pero son casi siempre en el ámbito privado.
Es necesario ya un cambio en la educación para el futuro y es ahora o nunca. La sociedad española debe ser consciente de que este proyecto es el más importante que podemos afrontar hoy como sociedad, y tiene que afrontarlo de una manera transversal con la sociedad civil exigiendo y la clase política respondiendo. Hay que empezar a plantar los árboles que nos cobijarán bajo su sombra en las próximas décadas. No hay un minuto que perder.
* Javier Rodríguez Zapatero es presidente de Digitalent / ISDI y miembro del comité ejecutivo de HAZ.