Ratio educación

Francisco José Montiel Ruiz: «Si queremos mejorar el sistema educativo, hay que reducir la ratio»

El experto en el uso de la tecnología en el campo de la educación reflexiona sobre este tipo de enseñanza


MARÍA JOSÉ MORENO

¿A qué nos referimos cuando hablamos de tecnologías educativas? Porque nos vienen a la mente las pantallas digitales o los ordenadores; pero no se trata solo de eso. Según Francisco José Montiel Ruiz, investigador del Grupo en Tecnología Educativa (GITE) de la Universidad de Murcia, «las tecnologías educativas, en sí mismas, no existen. Existe tecnología, o herramientas tecnológicas, que pueden utilizarse con fines educativos o como recursos didácticos. Es el caso de las pantallas digitales y los ordenadores. Por otra parte, se encuentra aquello que denominamos Tecnología Educativa, que es la disciplina que nos sirve para guiar el uso de herramientas tecnológicas hacia los objetivos de aprendizaje. Así, de entrada, debe quedar claro que la tecnología en educación es un medio y no un fin».

–¿Qué papel juegan las tecnologías educativas en la enseñanza?

–Actualmente tienen un papel fundamental, principalmente en la gestión y organización del centro educativo o del aula. La variedad de herramientas existentes y de sus características ofrecen un sinfín de oportunidades tanto a alumnos como profesores. Hablamos, por ejemplo, de las posibilidades de accesibilidad desde cualquier lugar y momento o de la inmediatez e interactividad de las comunicaciones en procesos de colaboración virtual.

–Es algo, por tanto, que varía con el avance de los ciclos educativos, ¿no? No es lo mismo en Educación Infantil o Primaria que en la enseñanza universitaria.

–Debería ser así, pero como debería ocurrir con cualquier otro recurso, pues a mayor desarrollo de competencias del alumnado, mayor facilidad para sacar provecho de todas las potencialidades y características de dicho recurso, ya sea tecnológico o no. Por otro lado, si se refiere a la complejidad técnica de las tecnologías que integran los docentes o a la cantidad de recursos tecnológicos de los que se sirven en su proceso de enseñanza-aprendizaje, esto no es directamente proporcional al avance de etapas educativas.

Quizá, si entra a una clase de cualquier facultad universitaria se encuentre con aquello que los alumnos conocen como ‘muerte por Power Point’ en la que el docente se limita a leer lo que aparece en sus diapositivas, frente a la posibilidad de observar en un aula de Educación Infantil cómo los alumnos se inician en el pensamiento computacional a través de la robótica. Pero cuidado, que utilizar por moda un robot en un aula de Infantil como un simple juguete, en la que el maestro no entiende muy bien la finalidad didáctica de su uso, tampoco es útil. Como también existen profesores universitarios que ofrecen geniales clases magistrales, consiguen su objetivo didáctico y la tecnología le es útil como apoyo para guiar y enriquecer su discurso.

–En los últimos años, sí que las TIC han entrado de lleno en las aulas. ¿Existen estudios suficientes que avalen sus beneficios?

–Sí, existen. Hablan del incremento de la motivación, del aumento de la productividad en la realización de tareas y de la mejora general del rendimiento académico. Como también existen estudios que alertan de la adicción a este tipo de recursos tecnológicos fuera del aula y concluyen que no debería ser, por tanto, un recurso educativo que aumente su tiempo de uso.

En Secundaria es donde se encuentra principalmente este problema. Personalmente, no estoy muy seguro de si prohibir el móvil es beneficioso como medida preventiva. Creo que hay que ser muy didáctico en su uso, en sus posibilidades, en sus riesgos, en la gestión de la identidad digital y en la protección de datos. Es una enseñanza que hay que abordar desde la escuela y no obviar la realidad de que la mayoría usa frecuentemente estos dispositivos fuera de ella. Debe haber un equilibrio entre la prohibición y el libre uso. Se pueden establecer diferentes niveles de restricción dependiendo del contexto. Algunos institutos ya lo hacen, además, con un proceso negociado con los alumnos que mejora la convivencia en el centro educativo.

–En su opinión, ¿cómo afecta el uso de las nuevas tecnologías en los procesos de aprendizaje?

–Hay tantos recursos tecnológicos y tantas posibilidades que se dan muchísimas circunstancias diferentes. Hablando de forma genérica, creo que actualmente tienen un efecto motivador en el alumnado, por contraposición a planteamientos anteriores, que saca de una posible rutina al alumnado y que se debe fundamentalmente al efecto novedad de los medios. Así, habrá que analizar ese efecto en la motivación cuando el uso de dichos recursos digitales se convierta en algo rutinario y no en anecdótico, si es que sucede.

–Algunos expertos señalan que potenciar el uso de nuevas tecnologías está llevando a abandonar la reflexión y el desarrollo del pensamiento crítico, ¿cómo lo ve usted?

–De nuevo, habría que ver tanto el contexto como el planteamiento metodológico y el uso que se hace de cada recurso tecnológico. Pero, a priori, no estaría de acuerdo con esa afirmación. La tecnología es una herramienta, un recurso, un medio más, como pudiera ser un libro o una pizarra tradicional que podemos integrar de forma más o menos acertada en la planificación del desarrollo de contenidos para que el alumnado alcance los objetivos de aprendizaje. No podemos reducir el debate a tecnología sí o tecnología no, la clave está en cómo se integran los recursos tecnológicos.

–¿Y qué hay de la seguridad en cuanto al uso de las nuevas tecnologías? Que sepan utilizarse no implica que se conozcan sus riesgos. ¿Se forma a los alumnos también en eso?

–Totalmente. Más de una vez he escuchado eso de ‘si los alumnos de Infantil ya manejan mejor la tableta que el profesor’. Que un alumno sepa cómo funciona técnicamente una tecnología no quiere decir que sea competente digitalmente en su uso. La Comisión Europea define cinco áreas que integran la competencia digital de cualquier ciudadano y en las cuales se debería formar a nuestros estudiantes. Una de ellas es la de seguridad, en la que se aprende a proteger tus dispositivos, tus contenidos y tus datos personales gestionando tu privacidad en entornos digitales.

–En relación a nuevas prácticas cada vez más consolidadas en las aulas, como por ejemplo el uso de plataformas virtuales, ¿considera que estamos ante una digitalización del mismo sistema de siempre o realmente se está haciendo algo distinto?

–Las plataformas virtuales ofrecen cantidad de posibilidades para enriquecer el proceso de enseñanza-aprendizaje. Hay que realizar una búsqueda crítica de la plataforma que mejor se adapte a nuestros objetivos, a nuestro contexto y que cuide la privacidad de los estudiantes.

Pero es cierto que después hay que aprovechar las potencialidades de la herramienta de forma útil para el aprendizaje. Está claro que implementar un entorno virtual para limitarnos a subir archivos PDF no dista demasiado de ofrecer físicamente esta documentación en la copistería.

–¿Cómo se imagina las aulas en 10 o 15 años?

–La realidad es que no imagino cambios importantes que supongan una mejora del proceso de enseñanza-aprendizaje. Quizá se pongan de moda diversas estrategias didácticas asociadas a recursos tecnológicos que sí seguirán avanzando. Esto nos ofrecerá nuevas oportunidades, lo que a su vez requerirá que sigamos adaptándonos a las mismas y formándonos para optimizar su integración en las aulas.

En cualquier caso, permítame que imagine el futuro de la educación de manera utópica. Si queremos mejorar el sistema educativo, y una mejora sustancial en todos los aspectos, hay una variable a modificar que siempre va a funcionar. No hay debate en esto y no va a depender de si una metodología, un programa o un proyecto funciona en un contexto determinado. Hablo de reducir la ratio de estudiante por docente. Es decir, que un profesor en lugar de trabajar con 30 alumnos trabaje con 15. Obviamente, supone una inversión elevada en contratación de personal docente, pero personalmente siempre dirigiría los esfuerzos económicos a tener algún alumno menos por grupo que a llenar las clases de tabletas u ordenadores. Experiencias recientes muestran que cuando esto ha sucedido se atendía principalmente a planes de gasto en herramientas tecnológicas sin estar debidamente acompañados de inversión en una adecuada formación del profesorado. Sin mencionar la obsolescencia de dichas herramientas y los costes asociados de mantenimiento.

En definitiva, sea en la actualidad o dentro de 15 años, creo que la idea fundamental alrededor de esto seguirá consistiendo en que la tecnología en educación es un recurso, un medio como cualquier otro, que únicamente es útil cuando nos ayuda a conseguir los objetivos didácticos propuestos.

Fuente: https://www.laverdad.es/