Escucha activa

Cómo mejorar la escucha activa con tus hijos, según una experta: «Lo que debes hacer, y lo que no»

Ana Roa, psicopedagoga, explica la importancia de interesarse con atención por todo lo que cuentan los hijos para crear una sólida relación familiar

LAURA PERAITA

¿A quién no le gusta sentirse escuchado y comprendido? La escucha activa, por desgracia, se practica cada vez menos en los hogares. No es que no nos interese lo que nos cuenta nuestro ser querido, «es que la sociedad nos hace vivir el día a día a toda velocidad, estresados, por lo que tenemos poco tiempo para atender con tranquilidad lo que nos quiere contar», asegura Ana Roa, psicopedagoga y fundadora de Roaeducación.

La escucha activa es tan sencilla como complicada: consiste en prestar interés a lo que nos dice el otro y que perciba esa atención por nuestra parte. Es la única forma de recibir correctamente todos sus mensajes puesto que captaremos sus sentimientos, ideas y pensamientos.

Según esta psicopedagoga, se trata de una fórmula esencial para construir relaciones fuertes, como base de una buena comunicación fortaleciendo el vínculo emocional con los hijos, y una manera saludable de encontrar concordia entre los diversos puntos de vista de todos los miembros de la familia.

Sin embargo, hablar necesita tiempo, mirar a los ojos del interlocutor y, pocas veces lo hacemos. «No tenemos paciencia: nos aceleramos en la conversación, queremos quedarnos con el mensaje general sin dar opción a profundizar en el tema, no empatizamos, no dejamos que nuestro hijo exprese sus otros puntos de vista, intentamos zanjar cuanto antes la charla para proseguir con otras tareas que nos esperan y, en muchos casos, se acaba la charla con una discusión».

Esta experta aconseja a los padres que comiencen cuanto antes con una escucha activa. «Desde los 3 años, los niños ya tienen un conocimiento del lenguaje que les permite expresarse y necesitan ser escuchados para que, de este modo, se sientan seguros, valorados y aumente la calidad del vínculo con sus progenitores. Es una forma de desarrollar buenos patrones y fluidez en la comunicación. De esta manera, cuando crezcan y llegue la adolescencia será más fácil la convivencia porque estarán acostumbrados a dialogar en familia y expresar sus emociones y problemas, en vez de encerrarse en sus habitaciones sin contar a nadie lo que les pasa o piensan. Eso sí –puntualiza– en todas las etapas, pero en la adolescencia más que nunca, hay que escuchar sin juzgar».

Para lograr este propósito, Ana Roa propone en primer lugar que los padres se conciencien de adoptar una adecuada disposición para conversar y escuchar a su hijo identificando su mensaje, apreciando lo que transmite con sus gestos, además de con sus palabras, y ser capaces de conectar con sus sentimientos.

También recomienda establecer desde un primer momento contacto visual y asentir con la cabeza o sonreír para que se percate de que estamos siguiendo el hilo de lo que está contando. «Mostrar empatía, parafrasear o resumir informándole de nuestro grado de comprensión con frases del tipo «lo que me estás diciendo es que…», «a ver si te he entendido bien»… siempre ayudan a transmitirle que nos interesa lo que nos está contando.

Errorees a evitar con nuestros hijos

-Las distracciones. La atención es variable, al comienzo de la escucha mantenemos la atención en un punto alto, después disminuye a medida que el mensaje continúa y, al final, del mensaje vuelve a ascender el nivel de atención.

-Las interrupciones y las contrargumentaciones. No se trata de contar nuestra opinión ni nuestra historia, es nuestro interlocutor, en este caso nuestro hijo, quien necesita hablarnos y expresar lo que piensa. No podemos interrumpirlo continuamente.

-Los juicios de valor. Los juicios son responsables de la ausencia de comunicación entre padres e hijos.

-El rechazo a los sentimientos del otro diciendo «no te preocupes, eso no es nada»…

-El «síndrome del experto» que ya tiene la solución al problema antes de que el niño lo haya contado…

Lo que sí funciona

-Aproxímate a tu hijo cuando está hablando, ponte a su altura y mírale a los ojos mientras le coges de la mano o le tocas el hombro.

-No interrumpas su discurso, asiente con la cabeza y repite lo que dice para asegurarte de que estás entendiendo lo que te está explicando.

-Céntrate en lo que está diciendo tu hijo en lugar de pensar en tu propio discurso.

-Muestra empatía con pequeños comentarios.

-Toma conciencia de tu lenguaje corporal y el de tu hijo, es importante para la apertura en la comunicación.

-Presta a tu hijo toda tu atención. El móvil o cualquier dispositivo están fuera de lugar en este momento porque estamos practicando la atención plena.

Fuente: https://www.abc.es/