Educar a sus hijos

Una pediatra de alto prestigio señala en qué se equivocan los padres al educar a sus hijos

Catherine Gueguen, pediatra y referente internacional en la educación de los más pequeños, desvela cuál es el error

Ariadna Díaz

Seguro que te has hecho esta pregunta varias veces: ¿Por qué la crianza es tan difícil? Todos los padres conviven con desafíos como pasar noches sin dormir, lidiar con niños que no escuchan, pasar todo el día recogiendo para seguir encontrando la casa desordenada y miles de situaciones posibles que se presentan en el día a día una y otra vez.

Pero la principal dificultad tiene que ver con que ser padres despierta sentimientos muy profundos, esos que tratan de evitar como dolor, enfado, miedo y preocupación y que se entremezclan con la gran alegría que se siente simplemente por haber formado una familia.

Catherine Gueguen es pediatra de referencia internacional, autora de libros como «Entre tú y yo», una guía que resume lo que debería ser una relación equilibrada y amorosa entre padres e hijos. «Gracias a muchos años de práctica profesional, ahora sabemos que los niños son demasiado pequeños como para calmarse por su cuenta. Necesitan sí o sí a un adulto que los comprenda» asegura.

Una relación equilibrada entre padres e hijos

Una relación equilibrada es aquella en la que el adulto se siente responsable de la relación con el niño y en la que cada uno se siente respetado en sus emociones y necesidades. Cada uno ocupa su lugar. El niño está en su lugar como menor, es decir, como persona frágil y vulnerable que pide ser guiada, protegida y que tiene derecho a expresar sus emociones y que respeta a su progenitor.

Por su parte, los padres cumplen su papel de adulto. Proporcionan al niño afecto y seguridad, le dan puntos de referencia, saben decir no sin humillación física o verbal y comprenden sus emociones y necesidades. Cuando cometen un error (decir una palabra de más, hacer un gesto humillante), lo que evidentemente puede ocurrir, lo reconocen y se disculpan.

Las necesidades más fundamentales de los niños

Un niño necesita sentirse emocionalmente seguro, es decir, necesita padres que comprendan sus emociones y que sean comprensivos, cariñosos y alentadores. Los niños también necesitan un adulto que les guíe, que les dé un sentido de la orientación, que les ayude a descubrir el mundo y les permita explorar y que sepa decirles que no, pero sin humillarlos verbal o físicamente.

Hay familias en las que la relación padres-hijos es equilibrada, pero también hay familias en las que el niño no es escuchado, no tiene voz, y también hay familias en las que el padre no sabe ocupar su lugar de guía y entonces el niño ocupa todo el espacio y tiraniza a sus padres.

¿Necesitan los padres sentirse comprendidos en su esfuerzo por educar a sus hijos?

Es absolutamente necesario apoyar y acompañar a los padres. Los adultos no van a cambiar su actitud hacia los niños con un movimiento mágico. Este camino hacia la buena voluntad no se hace de la noche a la mañana. La educación es extraordinariamente compleja y difícil, y todos cometemos errores. Cometer errores no es grave. Todos los seres humanos cometemos errores, y quizá especialmente cuando se trata de educación.

Todos los padres, en un momento u otro, pierden la paciencia, se enfadan, gritan, tienen ganas de abandonar, dicen cosas o hacen cosas de las que luego se arrepienten. Reconocerlo y disculparse es muy educativo para los niños. Se dan cuenta de que los adultos cometemos errores, igual que ellos, y que aprendemos de nuestros errores. Lo más importante es querer mejorar, progresar y no quedarse solo cuando uno se siente desbordado.

¿Cómo conseguir un vínculo seguro entre padres e hijos?

Los padres deben sentirse a gusto con sus propias emociones y necesidades y ser capaces de mostrar cómo las afrontan. Por ejemplo, si el progenitor está enfadado porque el niño se comporta inadecuadamente y le dice frases como «Me estás poniendo de los nervios», el niño se sentirá culpable, responsable de su irritación y perderá confianza en sí mismo.

En este ejemplo, el padre ha llegado a sus propios límites y debe aprender a regular su irritación. Cuanto más atención preste a sus emociones, que son sobre todo manifestaciones físicas, más podrá regularlas. Dile a tu hijo: «En este momento siento que he llegado a mis límites, siento que mi enfado aumenta: mi voz empieza a temblar, siento calor, mi corazón se acelera. Es hora de hacer una pausa, de alejarse, de respirar con calma».

Fuente: https://www.larazon.es/