adolescentes y movil

Sara Desirée Ruiz, educadora social de adolescentes: «Los móviles, cuanto antes mejor, pero con condiciones y asociado a un aprendizaje»

La escritora de ‘Te necesita aunque no lo parezca’ (editorial Grijalbo) profundiza en los aspectos que considera clave en la etapa vital de la adolescencia: la construcción de la identidad y el desarrollo de la autoestima

Ángeles Castellano

«La relación que educa es horizontal. Se centra en la solución y pone el foco en la conducta, en lo que hacemos, no en lo que somos». Sara Desiré Ruiz (Granollers, Barcelona, 1979) es educadora social, a pesar de que cuando era adolescente, lo que quería era ser actriz. Sin embargo, mientras impartía clases de teatro a adolescentes para financiar sus estudios, se dio cuenta de que eso era lo que más satisfacción le provocaba: siendo partícipe de sus logros y aprendizajes. Después de más de 20 años dedicándose profesionalmente a hacerlo, Ruiz, que se diplomó en Educación social, publica su segundo libro: Te necesita aunque no lo parezca (editorial Grijalbo). En él profundiza en los aspectos que considera clave en la etapa vital de la adolescencia: la construcción de la identidad y el desarrollo de la autoestima que, en El día que mi hija me llamó zorra (Toromítico, 2022), su primer libro sobre la adolescencia, más general, no pudo más que esbozar. Lo hace en un tono casi de manual, el mismo que utiliza en su perfil de Instagram, donde tiene más de 103.000 seguidoras -mayoritariamente mujeres- con muchos ejemplos y propuestas concretas, para que, quienes tiene alrededor personas adolescentes, puedan adquirir más herramientas en su tarea de acompañamiento.

-Pregunta: Te quiere aunque no lo parezca es casi un manual de supervivencia, ¿no? Casi se podría haber llamado cómo sobrevivir a la adolescencia de tus criaturas… ¿Por qué es una etapa tan complicada?

Se infunde mucho miedo a las familias, pero yo prefiero animarlas a que se informen y se preparen bien para la nueva etapa del desarrollo que por la que van a pasar. Porque es importantísimo. Cuando son peques, como dependen tanto de nosotras, es casi imposible que puedan irse de casa. Y para hacer ciertas cosas de verdad estamos allí. Y es como un poquito más sencillo, a pesar de la complejidad que tiene. Pero con la adolescencia hay más miedos, porque las personas adolescentes sí que pueden coger la puerta e irse. Entonces por eso muchas veces se le tiene mucho miedo a esta etapa y la miramos fatal porque hay unas conductas que como adultas no entendemos. Necesitamos estabilidad. Las personas adolescentes son de todo menos estables, están constantemente navegando y oscilando entre estados emocionales muy complejos, muy, muy intensos. Además por lo que les pasa a nivel cerebral, y eso da un poquito de miedo. Empiezan también a hacer cosas arriesgadas, se acercan al consumo de sustancias y empiezan a tener relaciones sexuales. Hay muchas cosas que a las familias muchas veces no sabemos cómo acompañar. Es importante que les miremos como lo que es, una etapa más del desarrollo para la que hay que prepararse tanto como para la primera infancia.

-P: El hilo del libro es la historia de la gimnasta estadounidense Simone Biles, incluso marca su estructura y lo plantea como una carrera que parte del entrenamiento y culmina en el medallero. ¿Por qué esta figura?

Bueno, es una idea sencilla, pero que viene a expresar todo el espíritu del libro: las personas adolescentes se están construyendo, están buscando su identidad activamente. Esto las va a llevar por una serie de pruebas, no sólo ellas, sino también sus familias, para después culminar siendo las personas adultas en las que se van a convertir en algún momento del futuro. Pero eso lleva asociado esfuerzo, lleva asociados momentos de superación, como la historia de Simone explica. Y es muy interesante, porque ella partió de una situación familiar complicada y logró llegar al medallero. Así que partiendo de situaciones que a priori parecen complicadas, parece que podemos llegar a conseguir grandes cosas. Si nos ponemos, nos esforzamos y confiamos un poquito en nosotras. Por eso escogí este tema, y porque me impactó en su momento mucho esta frase de Simone, aquellos Juegos Olímpicos, y así es como empieza el primer capítulo: le preguntó un periodista que si iba a ser la próxima Usain Bolt o Michael Phelps y ella contestó súper segura de sí misma: «no, no voy a ser ni la nueva Usain Bolt ni Michael Phelps, voy a ser la primera Simone Biles». Y esto es exactamente lo que define la adolescencia, esa necesidad de significarse, de reivindicar la propia identidad y el propio espacio. Así que por eso lo escogí.

-P: El libro arranca en la autoestima. ¿Es esta la piedra filosofal de la adolescencia?

Claro, y la pongo como piedra de toque también para la construcción de la identidad, porque es crucial. Cuando empezamos a encontrarnos con el mundo de fuera, a relacionarnos con nuestras iguales y con otras personas que empiezan a influir en nosotras, pues la autoestima juega un papel muy importante. Podemos construir y reconstruir nuestra autoestima durante toda nuestra vida, pero en esta etapa es crucial para la exploración. Si somos y tenemos una autoestima un poquito mejor, pues estamos más seguras para explorar, no nos dan tanto miedo las cosas. Hacemos cosas con la seguridad de que luego, cuando volvamos a casa, vamos a tener un apoyo ahí de unas personas que van a estar esperándonos y que nos van a ayudar a entender lo que nos ha pasado, que nos van a apoyar. Entonces es muy, muy importante. Y en esta etapa además la autoestima es súper inestable, está todo el tiempo recibiendo impactos de todos lado, con con una sensibilidad especial y generando emociones que son súper intensas y muchas veces no entienden ni ellas. Es muy complicado.

-P: Menciona que es inevitable que las personas adolescentes sufran. ¿Hay un exceso de protección en la actualidad o es demasiado fácil olvidar que el sufrimiento forma parte de la vida?

Lo que pasa es que la sobreprotección a veces se malinterpreta. Creemos que estamos ahí protegiéndolas de que vivan cosas y a veces lo que estamos haciendo es protegerlas de que hagan cosas por ellas mismas. Les hacemos nosotras las cosas, les decimos cómo tienen que hacerlas. Eso también es sobreprotección. Y para la autoestima y para la autonomía, sobre todo para poder ser autónomas, necesitamos equivocarnos, probar cosas, cagarla, volver a hacerlas de nuevo, aplicar mejoras. Eso es muy importante para crecer y para desarrollar habilidades que luego nos permitan resolver las cosas de la vida que nos van pasando y que son muchas.

. Es reducir mucho las cosas decir que tu éxito, que tu vida, tu bienestar, depende solo de tu actitud. Esto es incluso, yo diría, ofensivo para la condición humana»

-P: Parece que últimamente hasta en las lecturas infantiles pretendemos eliminar el sufrimiento, y quizás es importante aprender a manejar también el dolor porque forman parte de la vida, ¿no?

Totalmente. Yo más que sufrimiento hablaría de dolor. El dolor es súper importante: es decir, el dolor existe. Desgraciadamente vivimos en un mundo que está lleno de retos para todas las personas. En cualquier momento nos puede cambiar la vida, nos puede pasar algo que nos desoriente, no que nos duela… Hay que aprender a vivir con el dolor. Por lo tanto, si nosotras no dejamos, aunque nos duela como madres o familias, que las personas adolescentes que acompañamos se encuentren con ese dolor, tampoco les estamos dando la oportunidad de que sepan qué hacer con él, de que lo entiendan, de que encuentren el mensaje que les está lanzando esa emoción en ese momento. Es importante que les demos el espacio que necesitan. Entonces, sí, el dolor es súper, súper importante, yo no estoy nada a favor de esta especie de cultura de la positividad. Es reducir mucho las cosas decir que tu éxito, que tu vida, tu bienestar, depende solo de tu actitud. Esto es incluso, yo diría, ofensivo para la condición humana.

-P: También habla del duelo que vive la adolescencia y cómo acompañarlo.

Me encanta que saques este tema precisamente porque el duelo es lo que se produce en esta etapa. Por todas las partes: por las personas adolescentes, porque dejan el mundo de la infancia, un mundo protegido, un mundo seguro, con unas referencias muy claras… Luego, además, también se produce un duelo porque el cuerpo empieza a cambiar. Ya no es ese cuerpo pequeño, empiezan a experimentar cosas… Y se produce un duelo por parte de la familia, porque ven o sienten que las personas adolescentes empiezan a alejarse, y tienen miedo de perder a esa peque que estaba ahí hace unos días, y de repente se encuentran con una persona que empieza a poner distancia. Es una época de grandes duelos, en la que se experimentan muchas pérdidas. Las personas adolescentes experimentan pérdidas todos los días: algo que a lo mejor destruye sus expectativas, algo que les genera un dolor, algo que tal pierden y ganan cosas. Y muchas veces no saben ni entender siquiera lo que están experimentando. Por esto es importante que les demos espacio.

-P: Uno de los principales retos que tiene la adolescencia actual (y su entorno) viene de la distorsión de la imagen que lleva aparejado el uso de las redes sociales ¿Cree que la legislación debería ser más estricta o que debería de haber más control por parte de los adultos?

Yo creo que hay varias cosas. Por una parte, está la responsabilidad que tenemos como sociedad para decirles a las empresas que están creando estas aplicaciones que es importante que protejan a los menores y que generen mecanismos de control. Yo no me creo que hayan creado una inteligencia artificial y no sean capaces de poner unas restricciones por edades. Y luego está también la manera de iniciar al uso de los dispositivos, que es responsabilidad nuestra, como familias, como centros educativos o como lo que sea. La introducción se hace muy mal. Normalmente se regala el dispositivo, y no es un regalo, es un instrumento que tiene muchos riesgos. Es como regalar un coche, como un arma: hay que saber usarlo, porque si no, además a edades en las que todavía no estamos del todo desarrolladas, imagínate el destrozo. Y encima les pagamos el wifi y todo. Entonces, para empezar, deberíamos, desde mi punto de vista, estructurar un programa que empezase muchísimo antes, un programa de iniciación al uso de los dispositivos que luego van a tener. Retrasar el regalo tampoco sirve si no se hace un programa de introducción, anticiparse para que desarrollen habilidades de uso seguro y responsable, progresivamente, lo que significa la privacidad, las cosas que pueden ir pasando, cómo protegerse… Es que van a tener bastantes dificultades para controlar su conducta en muchos momentos, pues imagínate si no hemos hecho ningún trabajo previo. Así que no funciona para nada que les regalemos el dispositivo vinculado a un contrato, una cosa que además se ha puesto de moda. Esto del contrato sin un proceso anterior educativo, no nos sirve para nada.

Esto genera mucha polémica normalmente, porque todo el mundo opina que es mejor dárselo cuanto más tarde, mejor. Yo digo que cuanto antes, mejor, pero con condiciones y asociado a un proceso de aprendizaje. Tú no puedes tener un dispositivo propio si no entiendes su uso.

-P: Siempre hay una tensión con esta idea de poner límites, que entiendo que en la adolescencia es aún peor. ¿Debemos usar el castigo cuando no funcione ese establecimiento de límites?

Es que las personas adultas hemos sido educadas con sistemas muy autoritarios basados en castigos que al final lo único que han hecho ha sido que no tuviésemos iniciativa, que tuviésemos miedo a vivir. Y cuando llega la adolescencia nos asusta todo. Vamos sin querer a eso que aprendimos y no va nada bien. En esta etapa los castigos son la cosa más tremenda y lo hacemos todas las familias. Yo siempre digo que depende del objetivo que quieras conseguir. Si tú lo que quieres es que la adolescente no salga de casa y la castigas sin salir, bueno, puedes conseguir que no salga de casa en ese momento concreto. Pero si lo que tú quieres es que se responsabilice de sus actos, que tome decisiones basándose en las consecuencias que pueden tener esas decisiones y que empiece a reflexionar sobre lo que hace y cómo se relaciona, si tú lo que quieres es eso, es decir, si tú lo que quieres es educar realmente y no adoctrinar o adiestrar, pues los castigos no funcionan. Además hay mucha literatura científica ya, desde hace años, muchos estudios que están diciendo que los castigos no funcionan para generar pensamiento crítico.

-P: Una de las peores consecuencias de la pandemia, principalmente durante el confinamiento, es su efecto sobre la salud mental de los adolescentes. ¿Cuál es su experiencia como educadora social?

Bueno, es que la salud mental es un tema crucial durante la adolescencia. Además, ya sabemos que muchas psicopatologías debutan en la adolescencia. Sabemos que esta es la etapa estrella de los trastornos de la conducta alimentaria, depresiones, adicciones, etc, etc, etcétera. Entonces si sabemos todo esto, imagínate con lo que hemos vivido en los últimos años… Solamente el encierro de las personas adolescentes con las familias durante tres meses provocó que se comenzara a reportar violencia filio parental, empezaron a aparecer autolesiones… Bueno, cosas que hasta el momento a lo mejor no existían aparecieron, cosas que estaban incipientes subieron de volumen, cosas que ya estaban bastante subidas de volumen se volvieron insostenibles. Entonces, sí, yo lo he notado mucho al principio, cuando ya empezábamos a ir sin mascarillas, me acuerdo de que ahí se veía claramente dónde estaba la autoestima adolescente. Ahora, por ejemplo, en los centros educativos me estoy encontrando mucho con que reportan autolesiones, depresiones, trastornos de la conducta alimentaria. Ahora, como todo lo que tiene que ver con la salud mental, por fin se está poniendo en algún lugar.

Las personas que más buscan ayuda son mujeres. En mi experiencia, son las que le quieren leer, aprender, están dispuestas a a modificar cosas que hacen»

-P: ¿Qué claves debemos tener presente para dar la alarma si tenemos adolescentes en nuestro entorno?

Pues lo más importante es observarlas mucho. Si ven que hay variaciones drásticas, sospechemos que ha pasado algo. Que observen lo que dicen, cómo lo dicen, lo que hacen, cómo lo hacen. Si hay cambios muy drásticos en la alimentación, en el sueño, en el rendimiento académico, si aparecen personas nuevas, si hay conductas que nos hacen preocuparnos, como que va en pleno verano tapada con manga larga y con pantalón largo. Pues eso, que utilicemos un poquito el baremo de la de la observación y luego, evidentemente, que aprendamos un poco. Yo mis libros los he escrito con la intención de que las familias puedan tener esos recursos más a mano y valorar qué puede estar dentro de la normalidad y qué no. Un poquito de ayuda nunca viene mal.

Fuente: https://www.epe.es/