En la difícil tarea de educar a tus hijos, cabe observarles con atención para ver cómo se enfrentan a los problemas. La mejor fórmula de enseñanza siempre es el juego
E. Zamorano
La función ejecutiva del cerebro es aquella que prioriza las tareas, organiza los pasos a seguir a la hora de resolver un conflicto y que responde pronto y de manera eficaz a los imprevistos que puedan surgir. En definitiva, se trata de uno de los procesos mentales esenciales para saber desenvolverse en situaciones complicadas y desarrollar confianza en uno mismo de cara a sobreponerse a los problemas. Ahora bien, ¿qué se requiere para gozar de una buena función ejecutiva? ¿Se puede entrenar y desarrollar en edades tempranas? En el caso de los niños, que es cuando más puede manifestarse la carencia de ella a la hora de realizar sus tareas escolares (ese quebradero de cabeza para tantos padres), supone que el hijo desarrolle memoria de trabajo, autorregulación emocional y, quizá, lo más importante: una buena capacidad de controlar la atención.
Por ello, si notas que al pequeño le cuesta mucho recordar un concepto que acaba de aprender o es demasiado despistado, si se enfurece o entristece con facilidad ante un reto intelectual o si se distrae todo el tiempo hasta el punto de no parar quieto o de cambiar constantemente de actividad, esto quiere decir que efectivamente tiene algún tipo de problema relacionado con su función ejecutiva. Si es muy grave, puede diagnosticársele TDAH, algo desgraciadamente común en nuestra época debido a la irrupción de las nuevas tecnologías, las cuales ejercen un fuerte poder de atracción en ellos, evitando que se concentren en una actividad concreta.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que dicha función tiende a mejorar a medida que van cumpliendo años y avanzan en su período de madurez. Al socializar, van comprendiendo, por ejemplo, que sus emociones tienen que ajustarse a la realidad y que las demás personas de su entorno también las tienen, por lo que deben respetarlas. Del mismo modo, a medida que el niño se enfrenta a diversas pruebas que requieren el uso de su memoria o inteligencia, le será más fácil hacer uso de su capacidad para recordar ideas y aplicarlas. Los padres no deben desesperarse, pues muchas veces un comportamiento moderadamente errático en niños también puede ser signo de inteligencia. Grandes genios de la humanidad fueron unos completos desorganizados en su infancia.
Nada mejor que jugar
Por otro lado, hay formas muy atractivas con las que poder entrenar su concentración, capacidad de análisis y memoria. Sin ir más lejos, jugando a juegos de mesa en familia en los que se requiere una buena dosis de memorización, astucia o atención. Y, por supuesto, fomentando habilidades creativas. En sus ratos libres, por ejemplo, podríamn desarrollar una historia o jugar a los acertijos, como recomiendan desde la web ‘Neural’. Otros muy útiles son, sin ir más lejos, el ajedrez.
«Es esencial observar activamente cómo resuelven los problemas a medida que estos surgen»
Otro enfoque es el que aporta Elaine Taylor-Krus, autora de varios libros sobre educación infantil, quien en ‘Life Hacker’ pone el acento en tener paciencia y ofrecer comprensión y apoyo, ya que si les riñes demasiado ello puede aumentar la frustración del niño a la hora de ejecutar sus tareas, ya que puede minar su confianza y con ello complicar la correcta resolución de sus deberes y obligaciones. «Se trata de comprenderlo y aceptarlo, creando un entorno de apoyo en lugar de juicios y castigos», asevera.
Ante todo, paciencia
Aunque, lógicamente, tampoco se puede hacer la vista gorda o excusar su actitud y comportamiento siempre. La experta aconseja ir a lo pequeño en vez de desesperarse intentando cambiarle de la noche a la mañana. «Es importante observar activamente cómo resuelven los problemas a medida que estos surgen», señala. «Por ejemplo, si el problema es que se le suelen olvidar los libros o los deberes a clase, recuérdaselo antes de salir de casa». En el caso de que el niño tenga problemas a la hora de regular sus emociones y creas que es grave, lo mejor es que acudas a un educador profesional o a un psicólogo.
«No se trata de conseguir que tus hijos sean capaces de resolver sus problemas a toda costa, sino de ayudarles a encontrar las mejores estrategias para que se enfrenten a ellos», concluye Taylor-Krus. Y aquí es donde volvemos a los consejos anteriormente formulados: la mejor manera de instruirles en técnicas de resolución de problemas o de mejorar su capacidad de memorización pasa por realizar actividades lúdicas con ellos, es decir, jugando. Pero estableciendo rutinas y haciéndole entender que tanto como hay tiempo para jugar, también para estudiar o hacer sus deberes.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/