Josep Fita
No todas las historias tienen un final feliz. La que sigue, por suerte, en parte sí. La protagoniza Aleix, un niño autista en grado 3 (severo) de siete años cuyos padres llevaban desde el año pasado intentando que lo admitieran en un centro de educación especial. Tiene reconocida una discapacidad del 95%. No habla. Todavía lleva pañal. Sufre trastornos de alimentación y es lo que se denomina escapista: constantemente busca la manera de huir. Tanto es así, que sus padres lo controlan por la calle mediante una suerte de cuerda que va sujeta a un arnés que lleva el pequeño.
Pues bien, antes de iniciarse el curso pasado, la familia pidió plaza en un centro de educación especial porque el colegio ordinario al que acude ya no puede satisfacer sus necesidades. No la obtuvieron. Este año volvieron a pedirla, con el mismo resultado. Este diario publicó el pasado 2 de junio un reportaje explicando la problemática del pequeño. Y la semana pasada, el padre de Aleix (Manel Bucheras) nos trasladó la buena nueva: su hijo podrá ir dos días a la semana a la escuela de educación especial El Pontarró (Martorell), el centro que la familia quería para él.
“En el colegio no le pueden dar la atención que requiere”, explicaba Manel en su dia a La Vanguardia. Y eso que se esfuerzan –subrayaba-, pero no cuentan con los recursos necesarios. Tanto la directora de su escuela (la Jacint Verdaguer, de Pallejà, Barcelona) como el EAP (equipo de asesoramiento psicopedagógico) les decían que su hijo necesitaba ir un colegio de educación especial. “Todo el mundo está de acuerdo, el problema es que no hay plazas ni inversión en educación especial”, lamentaba Manel.
Gracias a su tesón y perseverancia, no obstante, el panorama ha cambiado. Explica que al principio del mes de julio se inició el proceso de la segunda asignación de plazas y que él continuaba llamando a Educació “para hacer presión”. Fue en una de esas llamadas, realizada el pasado jueves 4 de julio, cuando empezó a ver algo de luz.
Pidió hablar con algún responsable de servicios territoriales de Educació del Baix Llobregat, y aunque no consiguió conversar con ninguno, le comunicaron que a principios de la siguiente semana (entre el 8 y el 9 de julio) recibiría una llamada de El Pontarró. Él no pudo esperar y tras colgar llamó al colegio, donde le informaron de que ellos no le podían avanzar nada y que tendría que ser en todo caso Educació quien lo tendría que hacer.
Llegó el día 8 y no recibió ninguna llamada de la escuela. Tampoco el 9. “Estaba muy nervioso”, arguye. El día 10 llamó a Educació y le dijeron que no se preocupara, que le contactarían desde la escuela. Pero no recibió llamada alguna. El jueves día 11 volvió a llamar a Educació y les dijo que se iba para allí, hacia las oficinas de los servicios territoriales del Baix Llobregat, y que hasta que le dieran algún tipo de respuesta no se movería. Y eso hizo. Se personó en sus dependencias y tras una hora de espera le informaron de que se acercara al colegio, que le darían buenas noticias. Se fue para allí de inmediato y justo al llegar le comunicaron que Aleix podría estar con ellos dos días a la semana.
Lo he pasado muy mal todos estos días por la incertidumbre» Manel Bucheras Padre de Aleix
Le explicaron además que enviarían a profesionales del Ceepsir (que desarrollan programas de apoyo a la escolarización de alumnos con necesidades educativas especiales escolarizados en centros ordinarios) al colegio donde acude Aleix para formar a los profesores y poder así atenderle mejor los días que no estará en el centro de educación especial. Manel todavía no se lo cree.
“Lo he pasado muy mal todos estos días por la incertidumbre. El día que me dijeron que Aleix podría acceder a esta enseñanza compartida me eché a llorar como un niño y solté toda la tensión”, esgrime.
Relata que una gran mayoría de los niños que empiezan con la compartida (unos días de la semana en la escuela de educación especial y el resto en la ordinaria) acaba posteriormente, con el paso del tiempo, pasando a estar en la de educación especial de manera fija. En el caso de Aleix, prosigue, está claro que lo necesita y que no se trata de un capricho. «¿O es que alguien se cree que unos padres enviarían a su hijo a una escuela de este tipo si supieran que puede seguir las enseñanzas de la ordinaria?”, se pregunta.
Fuentes de Educació explican que “los técnicos han considerado que, en el caso de este alumno, la modalidad más adecuada es la escolarización compartida, un procedimiento amparado por el Decreto de inclusiva”. Añaden que “la familia está informada y se hará un seguimiento específico con ambos centros”.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/