Madalena Ferreira dos Santos
La escuela está hecha de personas para personas. No quiero, con esto, ignorar las instancias públicas, privadas y políticas que constituyen y dan base a esa organización central en nuestra sociedad, sino mostrar la importancia de alianzas positivas en la rutina de los trabajos escolares y en el desarrollo de los estudiantes cuando las familias invierten más de sí en la educación y escolarización de bebés, niños y adolescentes.
Con el transcurrir de los últimos años, más específicamente al mirar la última década, se puede notar que algunas alianzas fueron establecidas y otras fueron ampliadas entre la escuela y órganos de la sociedad en la búsqueda de asegurar atención y cuidados más efectivos al estudiante, una vez que su matrícula y su asistencia están garantizadas por las leyes nacionales (en Brasil, así como en tantas otras naciones).
Las familias y los gobiernos están comprometidos en proporcionar a los bebés, niños y adolescentes condiciones favorables para la plena formación en las distintas áreas de desarrollo humano y, para ese fin, suman esfuerzos. Las familias deben matricular y garantizar la asistencia a la escuela y los gobiernos, con sus políticas públicas, establecer y sostener el sistema de enseñanza con vistas a esa formación plena y ciudadana de los estudiantes. De esta manera, queda establecida en base legal, una alianza de colaboración mutua.
Considerando que la permanencia de los estudiantes está asegurada, surgen otros aliados asociados a la infancia y a la adolescencia en la escuela en la búsqueda de ofrecer y garantizar cuidados básicos a cada franja etaria. Reconocidamente, la asistencia a la salud y el apoyo a la seguridad encuentran en la escuela amparo para sus acciones.
Se torna cada vez más recurrente presenciar en las escuelas campañas de concienciación para mantener al día el calendario de vacunas de bebés y niños. Es posible recibir en la escuela a profesionales que realizan exámenes de agudeza visual y, siendo necesario, realizan derivaciones para atención médica y entregan lentes a los estudiantes, necesitando apenas la autorización de las familias. Otra acción cada vez más común es la que verifica la salud bucal: realiza instrucción para la higiene correcta de la boca y de los dientes, aplicación de flúor y, una vez más, hace derivaciones para atenciones en puestos de salud en los cuales las familias deben ser atendidas.
En el área de apoyo a la seguridad tenemos cuidados intensos y constantes para asegurar la asistencia, incluso contando con visitas domiciliarias a las familias de estudiantes que sobrepasan la cantidad de ausencias tolerada por la ley y la posibilidad de accionar órganos de defensa de los derechos del niño y del adolescente con la intención de asegurar su integridad y su retorno a las actividades escolares.
Todo ese escenario de alianzas de la educación es necesario, pues constituye una red de apoyo a la infancia y a la adolescencia con el objetivo de garantizar sus derechos básicos.
Hay, sin embargo, una cuestión que debe discutirse seriamente, que es la participación de las familias en la vida escolar, más allá de matricular a sus hijos. Es preciso entender que los responsables por los bebés, niños y adolescentes son las familias y que el papel de la escuela sigue siendo escolarizar con sentido amplio y contextualizado. No hay rechazo por parte de los profesionales de la educación, pero sí la constante necesidad de esa alianza de éxito: escuela y familia, en la búsqueda del pleno desarrollo de los estudiantes.