El cariño es totalmente compatible con establecer normas y límites claros que enseñen lo que debe o no hacer. La forma en la que queramos a un niño o un adolescente será la forma en la que se quiera él mismo
SONIA LÓPEZ IGLESIAS
Las personas somos seres afectivos por naturaleza. Si se le pregunta a un adulto qué es aquello que más recuerda de su infancia, seguramente describa situaciones en las que sus padres o cuidadores habituales le mostraban algún tipo de afecto. Momentos en los que parecía que el tiempo se detenía y los problemas se hacían mucho más pequeños. Donde un buen abrazo, una palabra o un beso tenían el gran poder de hacerle sentir mucho mejor. Muestras de cariño que eran capaces de calmar el dolor, de acompañar las emociones con mimo y ternura y de fortalecer el corazón.
Si hay algo que tienen en común todas las personas es que necesitan sentirse cuidadas y aceptadas para ser felices. No hay nada más reconfortante para un niño o adolescente que sentir que sus padres le acompañan con grandes dosis de afecto y paciencia. Que le educan con cariño y respeto, aunque cometa errores, y le regalan el tiempo que necesita para aprender sin miedo a equivocarse. Que dan respuesta a sus necesidades y le aceptan tal como es, sin imponerle unas expectativas desacertadas.
A lo largo de la infancia y la juventud, el niño o adolescente necesita consolidar relaciones afectivas sólidas y seguras que le ayuden a desarrollarse en armonía, que le permitan crecer en un entorno de confianza en el que se sienta protegido y acompañado.
Mostrar atención y amor a un niño o adolescente nada tiene que ver con malcriarle. De forma muy equivocada, hay quien piensa que besar o abrazar a menudo convierte a un niño en una persona tirana que solo es feliz si consigue aquello que desea. El cariño es totalmente compatible con establecer normas y límites claros que enseñen lo que debe o no hacer. El cariño es imprescindible en el proceso de crianza, educar en el afecto es de vital importancia para un sano desarrollo personal, emocional y afectivo. El tono afectivo que rodee al niño determinará en gran medida su actitud ante la vida y la forma en la que se enfrente a las dificultades.
Un chico que crece en un ambiente estable y equilibrado tendrá más facilidad para interpretar su entorno de forma positiva y para construir un buen autoconcepto de sí mismo. Será una persona adulta con una buena autoestima, segura, responsable, colaboradora y feliz. Tendrá una mayor capacidad de hacer frente a la frustración, para esforzarse por conseguir todo aquello que se proponga y enfrentarse con éxito a las distintas situaciones que le regale la vida. En cambio, si crece en un entorno desagradable e inseguro, donde no se le da respuesta a sus necesidades y aspiraciones, se sentirá desconcertado y con muy poca confianza en sí mismo. Si se siente poco querido o acompañado, reclamará la atención de sus padres constantemente de forma desajustada y mostrará muchas dificultades para relacionarse correctamente con aquellas personas con las que se relaciona y convive.
En ocasiones, las familias se obsesionan con el hecho que sus hijos obtengan el mayor número de enseñanzas y habilidades posibles, olvidando ofrecerles lo que más necesitan para su desarrollo: un acompañamiento basado en la afectividad, la comprensión y el cariño sin medida que facilite crecer, sintiéndose especial y apoyado. Una crianza que esté basada en la paciencia, la presencia y la comprensión acompañada siempre con grandes dosis de arrumacos y mimos. Donde los besos y los abrazos se conviertan en el mejor instrumento para educar y las emociones puedan expresarse y mostrarse con libertad y sean acompañadas con mucho respeto.
Claves para criar en el afecto:
- Es imprescindible que el niño o adolescente se sienta querido y aceptado con sus defectos y sus virtudes. Que potencien su autoconcepto, autonomía e iniciativa personal para que sea capaz de tomar sus propias decisiones y se haga cargo de sus responsabilidades y consecuencias.
- Las familias deberán encontrar el equilibrio entre la exigencia y el cariño, consiguiendo así que sus hijos tengan confianza en ellos mismos y se sientan seguros en su entorno. Establecer límites y normas claras y precisas ayudará al niño o adolescente a sentirse protegido.
- Se deberá fomentar que identifiquen e interioricen sus sentimientos, y hablen de todo aquello que les preocupa o les interese, sin sentir que se les cuestiona o realizan sobre ellos juicios de valor. También que aprendan a sentir los sentimientos de los demás.
- Utilizar un modelo educativo democrático encontrando el equilibrio entre el afecto y la exigencia. Ayudando al niño o el adolescente a asumir sus responsabilidades y a trabajar de forma constante felicitando sus esfuerzos. Basando el acompañamiento en la comunicación afectiva y el amor incondicional.
La forma en la que queramos a un niño o adolescente será la forma en la que se quiera él mismo. Necesita muestras de afecto cálidas y afectuosas a diario, que pasemos tiempo de calidad con él para escucharle sin prisas. Los besos, los abrazos, las caricias, las miradas cómplices y las palabras de aliento no pueden faltar en la educación. Como decía el filósofo Platón: “Donde reina el amor sobran las leyes”.
Fuente: https://elpais.com/