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Adiós, carreras; hola, cursos sin fin: cómo la universidad se adapta al crac demográfico

Jovenes en la Universidad

Es el enésimo síntoma de un movimiento mucho más profundo que lleva una década produciéndose en la educación superior, desde cuando estaban de moda los MOOC

Héctor García Barnés

Había humo, ahora hay fuego. Esta semana, ‘Financial Times’ publicaba después de una pausa de dos años obligada por la pandemia su última edición del ‘ranking’ de escuelas de negocio. El artículo que acompañaba al listado desvelaba un matiz interesante. Al otro lado del túnel del covid había una realidad educativa en la que la demanda crece gracias al apetito por los programas cortos y específicos.

Es el enésimo síntoma de un movimiento mucho más profundo que lleva una década produciéndose en toda la educación superior, desde los tiempos en que se pusieron de moda los MOOC. Poco a poco, empiezan a proliferar las formaciones de breve duración, concretas, centradas en habilidades y pensadas a la medida del mercado laboral. En otras palabras: conviértase en líder en tres meses.

«En las escuelas de negocio hemos pasado de MBA a ofertas mucho más cortas»

Aunque ninguno de los expertos consultados considere que los títulos consolidados como grados, másteres o MBA vayan a desaparecer, nos dirigimos hacia un panorama de desagregación (‘unbundling’) de programas donde uno elige qué y cuánto quiere estudiar como el que elige su oferta en el carro de la compra ‘online’ o decide qué ver cada noche en una plataforma.

IESE Business School, por ejemplo, aparece tercera en el ‘ranking’. El año pasado puso en marcha programas especializados para alta dirección de tres meses de duración. «Es algo que ya existía de forma más informal, menos reglada, pero que ha ido a más, con toda la tendencia del ‘lifelong learning’, que obedece a factores como que las carreras profesionales se han alargado, los cambios son mucho más rápidos… Así que el modelo tradicional de formación no es factible ni suficiente«, comenta Philip Moscoso, responsable de Programas de Executive Education.

«Empezó a explotar con la informática y los ‘bootcamps’, que en España han tenido mucho éxito, y en las escuelas de negocio hemos pasado por algo no tan diferente, de MBA y cursos de formación ejecutiva a ofertas más cortas y especializadas». La pandemia ha acelerado esta tendencia, aunque Moscoso añade que «siguen siendo una parte pequeña de la educación terciaria, pero ya suponen millones de dólares«. Lo que está claro es que ha venido para quedarse. «Al final nos afecta a todos, porque nos lleva a no fijarnos solo en la supercarrera o el supermáster, sino en una oferta educativa que te permita ese desarrollo».

Esade es la otra escuela de negocios española que aparece en el listado, en el cuarto puesto. Sus programas abiertos ofrecen formación específica para ejecutivos en áreas como liderazgo, transformación digital o ‘marketing’, y los programas ‘custom’ están hechos a medida para empresas. «Nuestra apuesta por situar al participante en el centro en todos los programas de Executive Education ha sido esencial para desarrollar itinerarios de formación personalizados, orientados al futuro y centrados en la experiencia del participante en el aula, algo que el ‘Financial Times’ ha destacado en nosotros como escuela», explica Marc Correa, director de Esade Executive Education.

Son síntomas que muestran un ‘boom’ de «credenciales alternativos» que están convirtiéndose en la principal vía de expansión para la educación superior. Un ‘paper’ de trabajo de la OCDE, la organización que marca el ritmo educativo de los países desarrollados, mostraba cómo «los centros de educación superior, los negocios y otras instituciones están ofreciendo de manera activa credenciales alternativos que ayudan a los estudiantes a adquirir nuevas habilidades, actualizar las que ya tienen y demostrar que las tienen». El problema, la «gran incertidumbre» ante su validez, utilidad o impacto.

«Las universidades tienen que ser para todas las edades», dice el ministro Subirats

Una investigación publicada a finales de 2018 por Sean R. Gallagher, director ejecutivo del Center for the Future of Higher Education, ponía cifras a esta evolución desde los títulos tradicionales a las nuevas titulaciones. «Está claro que los credenciales educativos (sobre todo, las carreras) mantienen un papel central e incluso más importante a la hora de contratar», valora. «Pero a medida que más empresas desarrollan sus prácticas de contratación a través de la tecnología y las prácticas basadas en habilidades, es probable que ese énfasis en las carreras se ponga en duda«.

Según la encuesta del académico, un 39% de las compañías consultadas estaba planteándose centrarse más en habilidades y menos en títulos, un 23% ya lo había hecho y tan solo un 13% no se lo planteaba. El informe concluía que «aunque los grados aún tienen mucho valor a la hora de contratarte, los microcredenciales y las nuevas prácticas están empezando a desnivelar la ecuación«. Se viene tormenta.

Un microcredencial para abrir el apetito

Cada vez que tiene ocasión, el ministro de Universidades, Joan Subirats, no duda en sacar a colación la importancia del aprendizaje a lo largo de toda la vida y del reciclaje. La última vez, este viernes en Pamplona: «Las universidades tienen que ser universidades para todas las edades y adaptarse a los nuevos tiempos y a esta necesidad de reciclaje continuo». En una reciente entrevista, proporcionaba un dato revelador: los estudiantes de 18 a 29 años van a caer un 20% en los próximos años, «pero todo está centrado en ese sector de la población». La nueva ley de universidades ya prevé la posibilidad de que un trabajador sin titulación académica, pero con experiencia, pueda matricularse en una carrera de su campo.

La renovación del sistema educativo no es solo una manera de salvar al trabajador, como propone el Foro Económico Mundial, que recordaba que habrá de aquí a 2025 85 millones de empleos desplazados, sino también de que la educación superior se salve a sí misma ante el previsible declive demográfico. España aprobó en septiembre del año pasado un real decreto de organización de las enseñanzas universitarias que abre por primera vez la puerta a que las universidades puedan impartir enseñanzas propias de menos de 15 ECTS «que requieran o no titulación universitaria previa, en forma de microcredenciales o micromódulos».

«Antes de esto, no había ningún marco en España para la emisión de microcredenciales avalada desde el ministerio», explica Carlos Alario Hoyos, profesor de la Universidad Carlos III en el Departamento de Ingeniería Telemática. Alario es uno de los expertos que colaboraron en la elaboración del informe del Consejo Europeo que intentaba poner un poco de orden en el asunto. Concluyó que el microcredencial es el registro de un «pequeño volumen de aprendizaje», entre cuatro y seis ETCS (es decir, entre 100 y 150 horas). Para entendernos, una carrera tiene entre 180 y 240. Como una larga asignatura, pero que no necesariamente tiene que ser «contenido». Puede tratarse de una habilidad blanda, de una capacidad, de una pequeña capacitación. Como mejorar a tu personaje en un juego de rol. Un granito de arena en el currículo.

«No es lo mismo ir a un máster todas las semanas que dedicar un rato cada noche»

«Hoy en día, las personas que trabajan pueden dedicar menos tiempo para continuar formándose, no pueden estudiar una carrera», explica Alario. «Tienes que ser un poco más concreto con aquellas cosas que necesitas aprender para ya, y hay muchos modelos presenciales, ‘online’, híbridos, etc.». Un futuro en el que la gente ya no tenga tiempo ni para estudiar un máster no está tan lejos: «No es lo mismo venir a la universidad cinco días a la semana por las tardes o dedicar el sábado por la mañana a hacer un máster que cursar una serie de módulos desde tu casa a las 12 de la noche cuando terminas tus tareas».

Poco a poco, los microcredenciales se van abriendo paso como la mínima unidad educativa. En Estados Unidos hay programas en los que estas figuras, unidas a otras asignaturas troncales, permiten la posibilidad de obtener un diploma completo. «Por ejemplo, edX tiene uno que se conoce como ‘MicroMasters’ y, recientemente, otro de ‘MicroBachelors’: la idea es que tú puedas cursar ‘online’ a través de las asignaturas que ellos ofrecen una serie de módulos y luego acabar tu formación en la universidad», explica el profesor. En EEUU, este sistema ha servido como desahogo ante unos precios públicos tan elevados que han expulsado de la universidad a una parte importante de la sociedad.

Muchos títulos, pocas referencias

Una de las grandes preguntas que plantea esta profusión de formaciones no regladas, que surgen al margen de agencias, como Aneca, que velan a través de largos procesos y evaluaciones (para sus críticos, ‘larguísimos’ procesos y evaluaciones) por la calidad de los programas oficiales, es cómo separar el grano de la paja. La respuesta de la Comisión Europea tenía como objetivo establecer por primera vez criterios para saber si esa microtitulación que estás cursando tiene algún valor o no, y qué puede considerarse cómo tal.

Esta semana, Marcelo Maina, director del Máster de Educación y TIC-eLearning de la UOC, y Lourdes Guàrdia, vicedecana de docencia de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, investigadores del grupo Edul@b de la UOC, publicaban su metodología para la certificación de esta clase de conocimientos. «El marco común y consensuado está en gestación«, responden. Su enfoque es el de «la microcredialización de competencias de empleabilidad». «En esa propuesta, las microcredenciales son otorgadas una vez aplicada una metodología de evaluación que relaciona evidencias de desarrollo de las competencias a lo largo de un programa de estudio, e integra otras provenientes de la práctica laboral o profesional», explican. «El graduado así cuenta con un currículo ampliado y mayores evidencias de sus logros».

Algo semejante han llevado a cabo en la Universidad CEU San Pablo con su programa de microcredenciales, que ya no se trata de cursos adicionales sino de pequeños reconocimientos que uno puede incluir en su currículo si los ha superado durante el grado o el posgrado. «Ahora se espera que un fisioterapeuta o alguien que estudie ADE también tenga resiliencia, creatividad o liderazgo, y eso solo se puede certificar conviviendo con él», expone Ángel Bartolomé, vicerrector de Estudiantes y Vida Universitaria. «Es como un píxel de información sobre los estudiantes que pueden colocar en LinkedIn para que el reclutador lo vea». Es decir: sales de la universidad con una carrera bajo el brazo, pero también con un par de microcredenciales que atestiguan, por ejemplo, que eres un gran líder.

«Nuestro estudiante es un adulto con formación previa, familia y carrera»

El objetivo, acercar la universidad al mercado laboral y hacerla más atractiva para sus potenciales estudiantes (o clientes), que cada vez serán de mayor edad. La Universitat Oberta de Catalunya (UOC), por sus características como centro ‘online’, es una de esos pioneros. «Podríamos afirmar que ya hace 27 años que la UOC es una universidad del futuro», dice Silvia Sivera, directora del eLearning Innovation Center de la UOC. El 39% de los estudiantes de la universidad tiene entre 25 y 34 años, y el 76% estudia y trabaja al mismo tiempo. Algunos de ellos incluso son nonagenarios. Como explica Sivera, «históricamente, nuestro estudiante es un adulto con formación previa, obligaciones familiares y una carrera profesional que compatibiliza con los estudios». El perfil del «estudiante para toda la vida». La universidad ofrece 155 cursos en los que uno puede matricularse sin necesidad de cumplir los requisitos de entrada a la universidad o hacer todo un programa completo, aparte de los cursos profesionalizadores o los seminarios de un mes de duración.

Como explica Sivera, «preparamos a los ciudadanos para el mundo en el que vivirán y no para el pasado en el que vivieron generaciones anteriores». Universidades privadas o escuelas de negocio tienen grandes incentivos para diversificar su oferta y ofrecer programas cada vez más personalizados a sus estudiantes como reclamo ante una creciente competencia en la que están viendo cómo irrumpen nuevos actores cuyos nombres hacen temblar a cualquiera. Google, Microsoft, Amazon o IBM empezaron proporcionando microtitulaciones sobre inteligencia artificial o ciberseguridad, pero cada vez son más las instituciones que se suben al carro.

A medida que la educación superior abre sus puertas a la flexibilidad y la personalización, la lucha puede ser feroz aunque, como recuerdan los expertos, no haya nada como la experiencia. Porque la otra gran pregunta es qué ocurre con las universidades públicas ante la vertiginosa proliferación de microcredenciales. «Para las privadas, la captación de estudiantes es clave, por lo que puede que cuenten con más incentivos para ofrecer este tipo de programas», valora Alario. «Aun así, hay bastantes universidades públicas que participan de iniciativas como cursos ‘online’ masivos abiertos, que pueden dar lugar a microcredenciales. Las universidades públicas también se plantean cuál es su estrategia en torno a los cursos de extensión». La Carlos III, por ejemplo, lleva años ofreciendo MOOC y ya ofrece algunos microcredenciales. Esto no ha hecho más que empezar.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/

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